De Varios Autores. Selección y prólogos de Vicente Muñoz Álvarez y Julio César Álvarez. Ediciones Lupercalia.
"En lo que me concierne, no soy un escritor, soy alguien que escribe…" (Thomas Bernhard)
lunes, septiembre 30, 2013
Ciego de nieve, de Robert Sabbag
Tengo por casa una vieja edición de bolsillo de este libro, pero tiene tantos defectos (letra diminuta, poco margen en cada página, etcétera) que durante años me dio pereza leerlo. Pese a que es un título de culto. La nueva edición de Capitán Swing viene a corregir esas taras: aunque la traducción es la misma, compruebo que se ha limpiado de erratas, que se ha incorporado una introducción, que la presentación (y, por tanto, la edición) es espléndida. Y no hablemos de la maravilla que es la cubierta. En suma, una edición muy cuidada, como es costumbre en Capitán Swing.
Pero vayamos con el texto. Hasta ahora nunca había tenido claro qué era este libro, de qué va, quién lo escribe. Siempre pensé que era la autobiografía de Robert Sabbag en el mundo del consumo de drogas. No es así. Sabbag es el periodista que nos cuenta la historia de Zachary Swan, uno de los traficantes que, en los 60, se ocupó de traer la droga desde Colombia hasta Estados Unidos. Y el reportero lo cuenta a la antigua usanza, a lo Truman Capote, sin apenas implicarse él mismo en la narración. El resultado es ejemplar y, aunque Sabbag nos cuente la historia de un tipo, realmente nos está contando la historia de cada traficante de cocaína: los trucos para pasar la droga en los barcos y en los aviones, las veces que los compradores al por mayor van cortando la coca, el modo en que el tráfico activa el sistema económico, la subida de precios desde el primer hombre que compra la primera partida hasta que un camello la vende en la calle… Algunos de los trucos de Swan para pasar la droga son antológicos.
Ciego de nieve, además, recuerda mucho a las películas que a posteriori han rodado sobre el tema. A mí me ha hecho pensar en Blow, la peli de Ted Demme que protagonizó Johnny Depp. Me ha hecho pensar en algunas secuencias de Uno de los nuestros, aunque menos. Por decirlo con otras palabras: este libro de culto es la biblia de la narrativa del narcotráfico. Os dejo con dos extractos:
Desde el día en que el médico dejó de hacer visitas a casa y todos aprendimos a dosificarnos, y desde que nos enteramos de que el alcohol no era el único juego, la droga se ha convertido en un gran negocio. En los Estados Unidos existe hoy una demanda creciente de drogas de todos los géneros. El consumo de alcohol está en alza. El consumo de tabaco igual, y el consumo de mariguana y de pastillas sigue siendo tan popular como siempre. Los norteamericanos toman hoy una mayor variedad de drogas, y las toman en cantidades mayores que nunca. El Tío Sam lo llama drogadicción, consumo abusivo.
Esa expresión, consumo abusivo de drogas, tal como la emplea el gobierno federal, goza más o menos de la misma validez gramatical y sintáctica que el término autoabuso aplicado a la masturbación. Y su propio abuso de la lengua inglesa no es lo único que estas dos expresiones tienen en común: ambas aluden, por ejemplo, a actividades que te hacen sentirte bien. En lo que se diferencian es en algo mucho más sutil. El primer término, consumo abusivo o abuso de drogas, carece del impulso teológico por el que se justifica a sí mismo el segundo; es decir, en los rancios vestuarios de la tradición judeocristiana, el individuo tiene posibilidad de abusar de un cuerpo que teológicamente no es suyo, un cuerpo que le ha dejado en depósito una Oficina Superior, digamos, donde las tasas de interés son bajas. De ahí se deriva lo de autoabuso y el idioma lo abraza. Pero para participar correctamente en el abuso de drogas, sería necesario antropomorfizar la droga en cuestión (dotarla de características humanas) y, en último caso, abusar de las drogas de otro (cosa bastante frecuente, pero que sólo suelen hacer los funcionarios del Gobierno). Es, por otra parte, el mal uso de las drogas (también suelen practicarlo los funcionarios del gobierno federal) lo que en realidad prohíben las leyes de los Estados Unidos. Y son esas leyes las que nos interesan aquí.
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Él [Zachary Swan] sería el primero en admitir, por ejemplo, que la cocaína, como las motocicletas, las ametralladoras y la política de la Casa Blanca, es, entre otras cosas, un sustituto de la virilidad. Su simple posesión proporciona estatus: cocaína equivale a dinero, y dinero a poder.
[Capitán Swing. Traducción de José María Álvarez y Ángel Pérez]
viernes, septiembre 27, 2013
27 y 28 de septiembre: Valiente Inverso / Homenaje a El Ángel / Spanish Quinqui
1. La de arriba es la cubierta de Otoño asesino, que Ediciones del 4 de Agosto publicó este verano en una tirada corta y numerada (creo que son 300 ejemplares). El autor es (o fue) El Ángel. El prólogo es mío. La cesión del texto es de Ana Curra. De Otoño asesino ya hablamos aquí, hace tiempo, cuando este largo poema apareció en un suplemente de los Cuadernos del Matemático de Ezequías Blanco. Yo aún no tengo ejemplares, pero me los traerán estos días. El poema es una joya y pronto se agotará; lo voy avisando ya para que luego no haya gente que me diga que lo venden en Iberlibro a un precio excesivo, y me pregunten dónde pueden encontrar ejemplares más baratos, etcétera. El 28 de septiembre se presentará este título en uno de los actos de Valiente Inverso, que organizan Ya lo dijo Casimiro Parker & Zoográfico (más abajo figura el cartel de actos).
2. Éste es el cartel que han preparado para ese acto de homenaje al fallecido poeta El Ángel. Se hablará del autor, de su escasa obra, y se presentarán los volúmenes Otoño asesino, Disociados y Poemash Especial El Ángel, que son los tres títulos mediante los que este año se ha intentado resucitar a este autor/músico. En la mesa participarán Ana Curra, César Scappa, Dogo, Enrique Kabezón, Gsús Bonilla, Vicente Muñóz Álvarez, Alfonso Xen Rabanal y Marcus Versus. Yo, finalmente, no estaré este fin de semana en Madrid, así que no podré asistir.
3. Dicho homenaje, como apunté antes, es uno de los eventos programados dentro de Valiente Inverso, dos días dedicados a la música, la poesía, los talleres literarios, los coloquios y las presentaciones de libros. Éste es el cartel:
4. La noche del sábado, tras el segundo día de Inverso, la fiesta se trasladará a un bar de Lavapiés, donde Vicente Muñoz Álvarez y algunos de los Vinalia Trippers presentarán Spanish Quinqui, donde ya apunté que se incluye uno de mis cuentos. Abajo, la cubierta del libro/fanzine y el cartel con la nómina de participantes.
Quién me entienda más que yo
Ellos cierran la llave, yo vivo sin agua,
ellos construyen paredes más altas, yo vivo sin copas de árbol,
ellos pintan las ventanas de negro, yo vivo sin rayos del sol,
ellos le ponen candado a mi jaula, yo vivo sin ir a ninguna parte,
ellos se llevan cada última lágrima que me queda, yo vivo sin lágrimas,
ellos agarran mi corazón y lo rasgan, yo vivo sin corazón,
ellos agarran mi vida y la aplastan, yo vivo sin futuro,
ellos dicen que soy bestial y diabólico, no tengo amigos,
ellos obstruyen cada esperanza, yo no tengo salida del infierno,
ellos me dan dolor, yo vivo con dolor,
ellos me dan odio, yo vivo con mi odio,
ellos me han cambiado, y yo no soy el mismo hombre,
ellos no me dan un baño, yo vivo con mi olor,
ellos me separan de mis hermanos, yo vivo sin hermanos,
¿quién me entiende cuando digo que esto es bello?
¿quién me entiende cuando digo que he descubierto otras libertades?
Yo no puedo volar o hacer aparecer algo en mi mano,
yo no puedo hacer que se abra el cielo ni que tiemble la tierra,
yo puedo vivir conmigo mismo, y estoy asombrado conmigo, con mi amor,
con mi hermosura,
estoy admirado de mis fracasos, estupefacto ante mis temores,
soy necio e infantil,
en medio de este naufragio de vida que ellos incurrieron,
yo practico ser yo mismo,
y he descubierto partes de mí que jamás me imaginé,
fueron aguijoneadas para que salieran de debajo de piedras en mi corazón
cuando las paredes fueron construidas más alto,
cuando cerraron el agua y las ventanas se pintaron de negro.
Yo seguí estas señas
como un viejo guía y seguí las huellas hasta mis propias profundidades,
seguí el camino moteado de sangre,
ahondando en regiones peligrosas, y encontré tantos aspectos míos,
que me mostraron que el agua no lo es todo,
y me dieron nuevos ojos para mirar a través de las paredes,
y cuando hablaron, rayos de sol salieron de sus bocas,
y me estaba riendo de mí con ellos,
nos reímos como niños y pactamos siempre ser leales,
¿quién me entiende cuando digo que esto es hermoso?
Jimmy Santiago Bacca, Poemas selectos de Jimmy Santiago Bacca
jueves, septiembre 26, 2013
El tictac de la bomba, de Nick Flynn
En 2007, Anagrama nos sorprendió a unos cuantos lectores con la publicación del primer volumen de memorias del escritor norteamericano Nick Flynn, Otra noche de mierda en esta puta ciudad (y digo "nos sorprendió" porque el libro era magnífico). La historia de Flynn atraviesa varias etapas de dolor: su padre se larga de casa cuando él es un bebé, y un tiempo después entra en prisión; años más tarde, Nick se lo encuentra en la calle, convertido en un indigente alcohólico; su madre se suicida cuando él tiene veintipico años; empieza un periplo de viajes, malestar y desorientación; cuando lo contratan para trabajar en un albergue para mendigos y vagabundos, se topa con que su padre es uno de ellos, ya desahuciado y obstinado en escribir una obra grandiosa que nunca termina; Nick trata de ayudarle, y mientras tanto tiene relaciones con mujeres, se autodestruye, y al final se convierte él mismo en escritor.
El año pasado se estrenó una película basada en aquel libro, de título Being Flynn (La vida de Flynn, en castellano), con un reparto encabezado por Paul Dano, Robert De Niro y Julianne Moore. A pesar de esos actores, y aunque en conjunto el filme no está mal, carecía de la potencia narrativa y del tono poético de sus memorias.
Esas memorias se dividen en tres tomos. Parecía que nadie se acordaba en España, ya, de Nick Flynn. Hasta que el otro día topé en la mesa de novedades de una librería con el segundo tomo, que ha publicado otra editorial: El tictac de la bomba. Para mí fue una sorpresa porque no esperaba que tradujeran los siguientes tomos. En este volumen, Flynn retoma algunos de los temas del anterior libro (la decadencia del padre, el suicidio de la madre, las relaciones con varias mujeres, su trayectoria como poeta y escritor), pero los amplía con dos nuevas preocupaciones: el próximo nacimiento de su hija y las fotografías y revelaciones de los prisioneros torturados en Abu Ghraib. El dolor vuelve a manifestarse en estas páginas. La estructura dota de agilidad al libro: está escrito como una especie de (falso) diario que salta de un año a otro, que avanza y retrocede en el tiempo para hablarnos del amor, la tortura, el alcoholismo o la guerra. Algo que en seguida me gustó fue que, en la apertura de ambos tomos, hay una cita del Fin de partida de Samuel Beckett, lo que ya denota buen gusto. Sólo le reprocho a la editorial la abundancia de erratas del texto, aunque en el fondo lo perdonamos porque, como quien dice, acaban de empezar. Varios extractos:
Espero poder contarle algún día a mi hija la historia de estos tiempos de oscuridad, la historia de los días sombríos que precedieron a su nacimiento. Y contarle que su llegada significó un rayo de luz. “Estábamos perdidos”, así empezaré mi relato, “pero encontramos nuestro camino”. Al menos es lo que me gustaría poder contarle.
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Os contaré un secreto. Cualquiera que alcanza a vivir lo suficiente pierde su camino en la vida en algún momento. Sí, tú también. Una buena mañana te despertarás y te sentirás perdido. Es la verdad pura y dura. Y si nunca has tenido esa sensación entonces considérate alguien con suerte. Cuando eso ocurre, cuando llega ese día en el que miras a tu alrededor y nada te resulta familiar, cuando te encuentras solo en la profundidad de un oscuro bosque y te das cuenta de que estás perdido, lo más fácil es echarle la culpa a los demás –puede que a un amante inconstante, un padre ausente, una mala infancia. También es normal echarle la culpa al mapa que te dieron: demasiadas veces doblado, anticuado, con su letra diminuta. Levantas el puño hacia el cielo y maldices tu destino, tu karma, tu mala suerte… Puede que tengas razón, aunque si eres sincero, admitirás que el único culpable eres tú. Puede ser que la vida te haya cegado y te haya hecho perder el norte, pero recuerda que la mitad de las veces somos nosotros los que elegimos ponernos una venda.
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Ha sido un año muy largo para mi padre. Su casera me ha estado llamando para advertirme de que su casa se ha convertido en un foco de peligro de incendio, algo que no le puedo discutir. […] Si le echan de allí no sobrevivirá, es muy mayor, demasiado frágil, para pasar otro invierno en la calle. Y yo también me siento demasiado viejo para hacerme cargo, para vivir sin saber dónde está, pensando qué hará esa noche para poder dormir, mirando al cielo para saber si nevará. Esperaba, no sé por qué extraña razón, que sería posible razonar con él, que se tomaría en serio el ultimátum de desahucio, pero ni por esas. Amenazó con suicidarse, amenazó con matar a su casera, amenazó con matarme.
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En mitad de la transición de mi padre hacia su nueva vida, Inés y yo decidimos tener un hijo juntos. O al menos intentarlo. Es un salto con las manos vacías, para los dos, hacia lo desconocido. En mi caso, puede que haber pasado tanto tiempo con mi padre en los últimos años, puede que haber estado un montón de días en las últimas semanas limpiando su apartamento, de rodillas, limpiando el detrito, puede que todo eso me hiciese ver cómo todas las cosas que uno acumula a lo largo de la vida al final terminan siendo pasto del tiempo, terminan convirtiéndose en polvo. Incluso ese libro en el que has invertido toda tu vida acabará, si tienes suerte, en una caja (si no la tienes, terminará en un contenedor).
[Léeme Libros. Traducción de Mara Vázquez]
martes, septiembre 24, 2013
Behind the Candelabra
El sábado vi Behind the Candelabra. Y el lunes recibió tres premios Emmy: a la mejor película para televisión, al mejor director (el prolífico Steven Soderbergh) y al mejor actor (un excepcional Michael Douglas, quizá en el mejor papel de su carrera, o en uno de los mejores, porque, para mi gusto, Douglas tiene papeles memorables en Wall Street 1 & 2, Un día de furia, The Game, Traffic, La guerra de los Rose o Jóvenes prodigiosos). Soderbergh tuvo que rodar la historia del kitsch y hortera pianista Liberace para la televisión porque nadie se la financiaba para el cine. Un grave error porque, para mí, es uno de sus filmes más sólidos, y donde, además de Douglas, brillan Matt Damon y Rob Lowe (impagables sus breves intervenciones, haciendo de un cirujano de famosos que se ha estirado la cara).
Soderbergh retrata a Liberace no a través de sus éxitos y de la consolidación de su carrera, sino a través del momento en que se cruza en su vida Scott (Matt Damon), un muchacho del que se enamora. Aunque predomina el humor durante el metraje (los cambios de vestuario de la reinona Liberace, sus operaciones para rejuvenecer y perder peso, los cambios faciales a los que se somete el propio Scott para contentar al pianista…), en el fondo también hay dolor. Hay dolor porque vemos a un tipo que no tiene nada (Scott/Damon) a la sombra de un tipo que lo tiene todo (Liberace/Douglas), como un perrito faldero que se consume en una casa llena de lujos horteras. Behind the Candelabra es una especie de Brokeback Mountain (una historia de amor entre dos hombres, aunque en circunstancias más favorables), pero con mucho humor, con los caprichos de las “reinas macho” y con un retrato de la decadencia que os convence, como dije al principio, de que Soderbergh ha logrado una de sus mejores obras.
Nota: evidentemente, no se ha estrenado en cines; hay que recurrir a canales privados de televisión o bajarse una copia del emule.
Motorman, de David Ohle
Esta novela se publicó en el 72. Rápidamente se convirtió en un título de culto entre algunos lectores. En la contracubierta mencionan su “circulación a la clandestinidad de las fotocopias” cuando el libro ya había agotado su rumbo comercial en las librerías. Cuando una obra pervive así, con lectores entusiastas pasándosela en fotocopias o prestándosela, hay que prestarle atención. Se publicó en 1972 y llega a España en 2013; es decir, ya era hora.
Motorman es una distopía que uno lee con perplejidad y que provoca adicción. Recuerda un poco a algunas de las paranoias del maestro William S. Burroughs. David Ohle, al igual que Burroughs, rompe las reglas de la narrativa y, sobre todo, de la lógica, y su historia termina siendo poética e incomprensible en algunos tramos, pero su habilidad (exactamente como hacía Burroughs) consiste en que, a pesar de ello, uno está enganchado a su lectura. No es un libro para quienes huyan de la fantasía y de la locura y de la libertad narrativa. Lo digo porque en la novela hay un hombre, Moldenke, al que vigilan continuamente en una casa, un tipo que quiere escapar y al que le van suprimiendo la luz y la comida, mientras la voz de un tal Bunce le comunica que guarda sus secretos en cintas; el mundo en el que vive Moldenke es una locura en la que casi todo es artificial (los soles y las lunas), o de mentira (la Guerra de Pega, que al parecer es una crítica a la Guerra de Vietnam), o totalmente falso (el azúcar de pega, las casas de goma, los hombres con cabeza de gelatina…); por eso su meta consiste en escapar, en alcanzar la libertad, en salir de la asfixia a la que lo someten. No quiero contar más, es mejor que cada lector vaya descubriendo la magia de este libro, su poder de seducción, sus paranoias, sus metáforas sobre el hombre inmerso en universos falsos. Os dejo con dos extractos:
72] Doctor Burnheart
Departamento de Hiperciencia
Universidad de T-City, T-City
Estimado Doc:
¿Alguna noticia del trabajo? He estado viviendo en los vehículos de la calle. Si me quedo dormido, el vehículo se convierte en un insecto gigantesco que traquetea sobre el asfalto. Si me quedo despierto, me aburro. Ya he mirado demasiadas veces los mismos mirtos falsos de papel crepé en la explanada. Por favor, encuéntrame un trabajo honesto. Necesito chits.
Siempre dependiente,
Moldenke
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Casi no recuerdo nada de la Guerra de Pega, Roberta. Guardo el recuerdo de haber sido encontrado por un perro perdido. Sabía que estaba en un agujero porque podía sentir el calor de la tierra. Había ruidos del gobierno en lo alto del barranco, altavoces que emitían explosiones aéreas. Miré hacia arriba y vi la cara del perro, sus dientes como granos de arroz a la luz de la batalla. Lo metí en el agujero y compartimos pulgas y calor el resto de la noche. Por la mañana lo seguí hasta mi tienda de campaña, luego lo perdí entre el humo y la confusión. En un momento dado, alguien abrió mi tienda de campaña y dijo: “Vete a casa, Moldenke. Tu guerra ha terminado. La herida te da derecho. Por favor, no comentes los particulares con nadie. Di que estabas lejos del campamento y que caíste en un cráter”. No me preguntes por la guerra, Cock.
[Periférica. Traducción de Juan Sebastián Cárdenas]
lunes, septiembre 23, 2013
Librerías, de Jorge Carrión
La historia de las librerías es muy diferente de la historia de las bibliotecas. Aquéllas carecen de continuidad y de apoyo institucional. Son libres gracias a ser las respuestas mediante iniciativas privadas a problemas públicos, pero por la misma razón no son estudiadas, a menudo ni siquiera aparecen en las guías de turismo ni se les dedican tesis doctorales hasta que el tiempo ha acabado con ellas y se han convertido en mitos.
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Si la Historia asegura la continuidad de la Biblioteca, el Futuro amenaza constantemente la existencia de la Librería. La Biblioteca es sólida, monumental, está atada al poder, a los gobiernos municipales, a los estados y sus ejércitos: además del expolio patrimonial de Egipto, el “ejército de Napoleón se llevó unos mil quinientos manuscritos de los Países Bajos austriacos y otros mil quinientos de Italia, principalmente de Bolonia y el Vaticano”, ha escrito Peter Burke en su Historia social del conocimiento, para alimentar la voracidad de las bibliotecas francesas. La Librería, en cambio, es líquida, temporal, dura lo que su capacidad para mantener con mínimos cambios una idea en el tiempo. La Biblioteca es estabilidad. La Librería distribuye, la Biblioteca conserva.
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Viajamos para descubrir pero también para reconocer. Sólo el equilibrio entre esas dos acciones nos proporciona el placer que buscamos en los viajes. Las librerías casi siempre son una apuesta segura a ese respecto: su estructura nos tranquiliza, porque nos resulta siempre familiar; entendemos intuitivamente su orden, su disposición, lo que pueden llegar a ofrecernos; pero necesitamos al menos una sección en que reconozcamos el alfabeto y sepamos leerlo, una zona de libros ilustrados que podamos hojear, manchas de información que de ser preciso –o por simple azar– podamos descifrar.
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Como ámbito erótico, toda librería es por excelencia un lugar de encuentro: entre libreros y libros, entre lectores y libros, entre lectores y libreros, entre lectores viajeros. El carácter de familiaridad que comparten todas las librerías del mundo, su naturaleza de refugio o de burbuja, hace que en ellas sea más probable que en otros espacios el acercamiento.
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Ahora que ya poseo la biblioteca que necesito, y que puedo llevar libros almacenados en mi tableta, sólo compro durante mis viajes aquellos títulos que me pueden ser realmente útiles, aquellos libros que no se encuentran fácilmente en mi ciudad y que de verdad deseo leer.
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Desde que me radiqué de nuevo en Barcelona, cada vez que me escapo a Madrid, además de visitar La Central del Reina Sofía y la de Callao, trato de tomarme un café en Tipos Infames, un bar y galería de arte en sintonía con las últimas tendencias de librería internacional; y visito la Antonio Machado, en los bajos del Círculo de Bellas Artes, cuya selección de pequeñas editoriales españolas es siempre exquisita y al lado de cuya caja registradora he ido encontrando, durante años, los principales libros sobre librerías que he utilizado en este ensayo.
[Anagrama]
sábado, septiembre 21, 2013
viernes, septiembre 20, 2013
Sábado, 21 de septiembre: Los Diablos de Origami
Lectura de textos a cargo de
Vicente Muñoz Álvarez, Felipe Zapico, Adriana Bañares, Jorge Barco, Alfonso Xen
Rabanal, David González, Ángel Fernández, Luis Miguel Rabanal, Jorge M.
Molinero y un servidor. 18:30 h. Diablos Azules. Madrid.
El último concierto
Para un artista, ya sea un músico, un pintor, un poeta, un escritor o un escultor, una de las posibles grandes tragedias de su vida y de su profesión sería no poder mover adecuadamente las manos para trabajar. Es lo que le ocurrió, por ejemplo, a Michael J. Fox cuando le diagnosticaron la enfermedad de Párkinson, dado que las manos son una parte casi imprescindible de la interpretación; es lo que le ocurrió a mi madre cuando el cáncer le inflamó el brazo derecho, con el que entonces pintaba sus cuadros y daba clases de pintura. Y es lo que le sucede a Peter (Christopher Walken), el violonchelista de La Fuga, un cuarteto musical de mucho éxito: que sus dedos empiezan a temblar por el Párkinson.
La película es interesante (y cuenta con un reparto notable en el que sobresale por encima de todos Philip Seymour Hoffman) porque analiza lo que sucede a partir de entonces, de esa quiebra. Porque a partir de entonces todo se desmorona: Peter, el alma mater del grupo, sabe que está acabado; el primer violinista (Mark Ivanir) se lía con quien no debería, tal vez a causa de la tensión de la noticia de la enfermedad; el segundo violinista (Hoffman) ve cuestionada su valía por su propia mujer (Catherine Keener), cuarto violín de La Fuga, y acaba siendo infiel. Nadie sabe si La Fuga podrá continuar. Nadie sabe si cada uno antepondrá el trabajo y el arte y la música a sus intereses personales, sus egoísmos, su ego o sus celos. Es en ese meollo, a partir de un comienzo un poco tedioso, cuando la película cobra forma. No está mal, aunque no sea la hostia.