viernes, diciembre 28, 2012

Bello como una prisión en llamas, de Julius Van Daal



Este breve y magnífico libro de Julius Van Daal cuenta un episodio ocurrido en 1780 en Londres, cuando la abolición de la ley papista desembocó en un motín en el que se mezclaron la ginebra, los pobres y las ganas de linchar a los poderosos. La historia es de plena actualidad, pues leyendo sus páginas no es fácil evocar todas las manifestaciones callejeras que se están desarrollando en diversos países. Al lector español le recordará a todo lo ocurrido en Madrid, principalmente en lo que atañe a “Rodea el Congreso” y el choque entre la policía y el pueblo. Pero en aquel entonces eran más brutos: Londres arde, se arrasa con las destilerías para sumergirse en una borrachera colectiva, hay muertos y heridos, la ciudad acaba convertida en una gigantesca revuelta en llamas. Escrito como una especie de reportaje histórico, es uno de los textos más interesantes de este año. Lo prueban, por ejemplo, estos fragmentos: 

Los pobres no inspiraron temor por sus aspiraciones, que eran aún menos capaces de formular que hoy día, sino por la fulgurante revelación de su “estar juntos”: una manada cuya domesticación no era sino un barniz superficial y que amenazaba con regresar a la primera ocasión a la independencia soñadora del estado salvaje… corderos dispuestos a comerse a sus pastores. Pese a que sus amos redoblaron sus esfuerzos por reforzar su dominación (con o sin vaselina), en lo sucesivo los pobres ya no podían ignorar que constituían la fuerza central de la naciente sociedad urbana, máxime cuando habían mostrado a toda Europa, mediante el frenesí de sus orgías, la nueva universalidad de su clase, susceptible de derribar los muros de las bastillas y de poner el mundo patas arriba…

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El Parlamento reanuda sus actividades ese martes 6 de junio, y para permitir que los diputados ocupen sus escaños se despliegan todos los guardias a caballo con los que cuenta Londres. Concentrada tras las filas de jinetes, una multitud acude a abuchear a los traidores y a calibrar las fuerzas en presencia.

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De la noche, de los slums de Whitechapel o de Southwark, de los tugurios y albergues, de los talleres y los puertos, de los burdeles y las tabernas, surgen decenas de millares de pobres insomnes y sin futuro. Se burlan del papa y del rey, de los tories y de los whigs, de los ritos y de las rentas, del arte de gobernar y del de administrar. Quieren cortarle la lengua a los sermoneadores o devorar la mano que les arroja las migajas de la expansión mercantil, suprimir las leyes y la autoridad para que todo sea de todos y ver arder los presidios en una ciudad abandonada por los ricachones y los peces gordos. Ansían apasionadamente el fin del orden existente. Arden en deseos de realizar el viejo sueño de Cucaña de las grandes insurrecciones londinenses: ver por fin echar clarete a las fuentes públicas.

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Cuando llega, lúgubre, el alba, la insurrección ha sido vencida: el Támesis arrastra los cadáveres de los insurgentes, de los que las calles también están llenas. El Estado, amo del campo de batalla, consagra los días siguientes a escarmentar a los sediciosos. Entre las brumas y el humo de los incendios aparece el banco, a salvo y victorioso.

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Para el incipiente Estado burgués se hace cada vez más urgente acantonar a la soldadesca en sus cuarteles y comenzar a concentrar sus esfuerzos en inventar una policía urbana más eficaz y un sistema carcelario mejor adaptado a las exigencias de la economía y la moral mercantil. En adelante, la domesticación del pueblo llano será encuadrada y debidamente reglamentada. Extenuados por el trabajo, embrutecidos por la indigencia y maniatados por la ley, los pobres, que acababan de hacer temblar las bases de la propiedad y del beneficio, no tardarían en estar listos para extender la ambición de riquezas, en su marcha triunfal, a los cuatro puntos cardinales.


[Traducción de Federico Corriente]

Trailer de The Incredible Burt Wonderstone


Con Steve Carell, Steve Buscemi, Olivia Wilde, Alan Arkin, James Gandolfini, Jim Carrey y Jay Mohr: aquí.

lunes, diciembre 24, 2012

Nuevas publicaciones


Edición digital de Asco.



Incluye mi relato "El cinéfilo".



Prólogo para el poemario Animales perdidos.
De Vicente Muñoz Álvarez.



Incluye mi relato "Antivirus".

viernes, diciembre 21, 2012

Los miserables, de Victor Hugo


¿Qué se puede decir, a estas alturas, de un clásico de este calibre? Porque Los miserables es la novela total. Uno de esos libros "más grandes que la vida". Victor Hugo mezcla la historia, la crónica de sucesos, el folletín y el ensayo para contarnos varias historias: la rivalidad entre Jean Valjean y Javert, la vida trágica de Fantine y su hija Cosette, los amores entre Cosette y Marius, las maquinaciones del matrimonio Thénardier, la revolución popular al grito de “¡A las barricadas!”… En la edición que yo tengo, dado que data de hace bastantes años, algunos nombres están españolizados (así: Fantina, Juan Valjean, Mario, etc), lo cual he tratado de evitar aquí porque me parece ridículo. Como en todo clásico que se precie (pienso ahora en Ulises, en Don Quijote, en El Conde de Montecristo, en Los tres mosqueteros), no faltan capítulos en los que el autor se aparta bastante de las tramas principales para situarnos en el contexto histórico, lo que depara que esos capítulos aburran un poco al lector, a pesar del interés que suscitan. Cuando Hugo abandona a Jean Valjean y su mala suerte y empieza a contarnos la historia de las cloacas de París, o ciertos episodios de la vida de Napoleón, nos entra la impaciencia: queremos saber qué demonios le va a suceder a Valjean. Este tipo de novela hoy no tendría sentido: para saber más sobre las cloacas de París bastaría con meterse en Google o consultar alguna enciclopedia de papel.

El aspecto más notable de Victor Hugo, para mí, es su talento para la descripción: cuando relata cómo son las largas cadenas de presos que atraviesan las calles, o cómo han ido cambiando los subsuelos de la ciudad, o cómo han erigido las enormes y casi monstruosas barricadas… Ahí se revela el gran maestro. El segundo aspecto es su habilidad para manteneros en vilo con un folletín que se alarga páginas y páginas, y en el que no faltan amores correspondidos y amores platónicos, ardides y trampas, destinos funestos y batallas, miserias y algaradas, análisis políticos, sociales, bélicos y religiosos. Y el tercero, amén de la prosa, es su dominio de tantos géneros en un solo libro. La novela, además, en su defensa de los miserables y de los parias y de las revoluciones populares, conecta totalmente con esta época. En el primer volumen encontramos esta frase: Jean Valjean se sentía indignado. Dado que estos días se estrena la película, una adaptación del musical inspirado en la novela, por fin me decidí a leerla. Abajo, algunos de los extractos que copié:

Particularmente Thénardier era repugnante para el fisionomista. A ciertos hombres no hay más que mirarlos para desconfiar de ellos, porque se los ve tenebrosos por sus dos lados. Son inquietos por detrás y amenazadores por delante. Hay algo en ellos de lo desconocido, sin que se pueda responder de lo que han hecho ni de lo que podrán hacer. Denúnciales la sombra que tienen en su mirada. Con oírlos pronunciar una palabra o con verlos hacer un gesto se entrevén sombríos secretos en su pasado, y sombríos misterios en su porvenir.

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No basta ser malo para prosperar.

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El que ha estado en presidio sabe el arte de encogerse, según el diámetro que permite la evasión. El preso está sujeto a la fuga como el enfermo a la crisis que le salva o le pierde. Una evasión es una curación.

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Dos no son amigos hasta que beben juntos.

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Parecían, sin duda, muy depravados, muy corrompidos, muy envilecidos, hasta muy odiosos; pero son raros aquellos que han caído y no se han degradado. Además, hay un punto en que los infortunios y las infamias se confunden y mezclan en una sola palabra fatal: los miserables; ¿de quién es la culpa? Además, ¿no es cuando la caída es más profunda, cuando la caridad debe ser mayor?

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No nos cansaremos de repetirlo: pensar ante todo en la multitud desheredada y dolorida, consolarla, darle aire y luz, amarla, ensanchar magníficamente su horizonte, prodigarle la educación bajo todas sus formas, ofrecerle el ejemplo del trabajo, nunca el de la ociosidad, aminorar el peso de la carga individual, aumentando la noción del fin universal, limitar la pobreza sin limitar la riqueza, creas vastos campos de actividad pública y popular, tener como Briareo cien manos que tender por todas partes a los débiles y a los oprimidos, emplear el poder colectivo en ese gran deber de abrir talleres a todos los brazos, escuelas a todas las aptitudes, y laboratorios a todas las inteligencias; aumentar el salario, disminuir el trabajo, equilibrar el deber y el haber, es decir, proporcionar el goce al esfuerzo, y la saciedad a la necesidad; en una palabra, hacer despedir al aparato social más claridad y más bienestar en provecho de los que padecen y de los que ignorar; ésta es, que las almas simpáticas no lo olviden, la primera de las obligaciones fraternales; ésta es, que los corazones egoístas lo sepan, la primera de las necesidades políticas.
Y sin embargo, todo esto no es más que un principio. La verdadera cuestión es ésta: el trabajo no puede ser una ley sin ser un derecho.

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La naturaleza divide a los vivientes en seres que vienen, y seres que van. Los que se van dirigen la vista hacia la sombra, y los que vienen la dirigen hacia la luz. De ahí cierto desvío, fatal en los viejos, involuntario en los jóvenes. Este desvío, insensible al principio, se aumenta lentamente como toda separación de ramas.


[Traducción de Nemesio Fernández-Cuesta]


Trailer de Phantom


Con Ed Harris, David Duchovny, William Fitchtner, Sean Patrick Flanery, Johnathon Schaech y Lance Henriksen: aquí.

jueves, diciembre 20, 2012

El sonido de mi voz, de Ron Butlin



Una de las nuevas editoriales con más atractivo es Rayo Verde. He empezado por esta novela corta de Ron Butlin, alabada por Irvine Welsh y merecedora de algunos premios. Son evidentes los paralelismos con otros libros sobre el alcoholismo (pues en eso se centra la historia), pero especialmente con Días sin huella, la novela de Charles R. Jackson que hace tiempo leí y que Billy Wilder convirtió en una obra maestra del cine con Ray Milland.

La particularidad de Butlin es que narra el alcoholismo de su protagonista, Morris Magellan, desde la voz que susurra dentro de él, una de esas voces en segunda persona del singular que acaban volviendo locas a algunas personas, como vemos ya en las primeras líneas: Estabas en una fiesta cuando murió tu padre, y cuando te lo dijeron, de inmediato ocurrió el milagro. Esa voz va contándole a su propietario lo que ambos ven y recuerdan. Porque lo que ambos no recuerdan es lo que tienen que afrontar su mujer y sus hijos: grandes pérdidas de memoria por culpa de las borracheras diarias, pese a que Morris es un ejecutivo eficaz en su trabajo. Así, lo que va revelándonos El sonido de mi voz es cómo un alcohólico pierde progresivamente el contacto con la realidad, y cómo hay una gran diferencia entre su percepción y la de los de su entorno, y cómo esos olvidos van desestructurando su matrimonio e incluso la relación con sus compañeros de oficina.

En sólo 162 páginas, con una prosa envolvente, en un estilo directo y de frases breves y cortantes, Butlin analiza el alcohol como ese analgésico con el que muchos intentan olvidar su pasado y mejorar su visión de las cosas mientras, al contrario de lo que pretendían, van metiéndose poco a poco en el barro. Un fragmento:

El tren llegó. Te subiste, te sentaste, y empezaste a leer.
-¿No tiene futuro? –dijo el que estaba sentado enfrente con fingida sorpresa–. Tampoco tiene pasado, ahora no. Es un borracho.
Alzaste la vista. Había dos hombres sentados enfrente de ti. Dos hombres que no habías visto nunca antes. Debían estar hablando de otro. Debían. De ti no. No te conocían. No tenías aspecto de borracho. No eras un borracho, estabas leyendo el periódico de la tarde. Uno de los dos notó que les mirabas, así que al periódico otra vez. Estabas leyendo. No podías ser un borracho. Si estabas leyendo no.
“No tiene futuro ni tiene pasado tampoco, es un borracho” había dicho aquel hombre. Ni futuro ni pasado; sólo quedaba el presente, pensaste. Pero hay dos tipos de presente, ¿verdad? Con una copa y sin ella. No es difícil la elección. Para ti.


[Traducción de Manuel Míguez]

El Hobbit: Un viaje inesperado


Todos sabemos cuál era el problema (a priori) de El Hobbit: el empeño de Peter Jackson en convertir un libro de alrededor de 300 páginas en tres películas de (suponemos, vista la primera entrega) unas 3 horas cada una, lo que daría un guión de unas 500 y pico páginas (recordemos que una página de guión equivale a 1 minuto en pantalla). Y ése, precisamente (a mi entender) es el gran problema de este nuevo comienzo de trilogía: de alguna manera se ha hinchado el material gracias a las notas y apéndices de Tolkien, lo que depara que durante varios tramos de la película, ésta se haga algo plúmbea.

Pero El Hobbit es un filme con un ritmo marcado por los altibajos, y junto a esas secuencias que deparan bostezos (todas las que transcurren en la casa de Bilbo salvo el momento en que los personajes cantan, las que atañen a Rivendel y la mayoría de los diálogos de los enanos, que para mí son algo así como los Ewoks de George Lucas: aportan poco a la trama, salvo chanzas y escaramuzas), junto a esas secuencias, insisto, hay otras impecables, que demuestran el oficio y el talento de Jackson (el prólogo, los tres trolls junto al fuego, la caverna de los trasgos, el orco Azog y sus súbditos, y especialmente la secuencia entre Bilbo y Gollum, ese yonqui del poder con doble personalidad). En cuanto al nivel técnico, y pese a que no me entusiasma el 3D, Jackson y su equipo se han superado a sí mismos: El Hobbit no se ve, se vive; uno se introduce en las cavernas, siente la oscuridad y avanza junto a los protagonistas en su camino. Tampoco debemos olvidar que El Hobbit es una historia “pequeña”, más bien modesta, y por tanto carece de la épica de la trilogía de El Señor de los Anillos: quien empiece a comparar, se equivocará; es la misma liga, pero no el mismo partido.

Mi veredicto es el siguiente: hay que verla, por supuesto (y las siguientes entregas, conociendo la obra del director, serán superiores a ésta), es una película espectáculo con ratos tediosos. Pero sugeriría que, cuando saliera la edición en dvd, en vez de hacer una edición extendida como ocurrió con ESDLA, Peter Jackson hiciera una edición reducida: es la única manera de mejorarla. Y no lo digo en broma.  

miércoles, diciembre 19, 2012

El ángel Esmeralda, de Don DeLillo




Don DeLillo es uno de los genios de la literatura contemporánea, aunque no es un autor fácil: su obra es densa y compleja, sus frases y sus diálogos están construidos al milímetro y requieren la paciencia y la complicidad del lector. A mí me entusiasma, y por eso celebro mucho que se hayan publicado, por fin, sus relatos. Ordenados cronológicamente según se fueron publicando en su país, llama la atención que el nivel (altísimo) sea el mismo en sus comienzos que en la actualidad. Quiero decir con ello que DeLillo ya empezó siendo un maestro.

Todos los cuentos son magníficos, no hay ninguno que sobre. Pero cada cual tendrá sus preferencias. Y las mías están en el primero y en el último de los relatos porque ambos me recuerdan a episodios de mi propia vida: en “Creación” nos encontramos con unos cuantos personajes que, habiendo perdido un avión, no son capaces de salir de una isla, algo que a mí me sucedió antaño, cuando junto a unos amigos perdimos el vuelo que nos sacaría de Tenerife… pero nosotros logramos salir después de 24 horas de aeropuerto, trayectos de aquí para allá, largas esperas y mucha desesperación, y por eso entiendo perfectamente las sensaciones que describe DeLillo, porque las he vivido; y en “La Hambrienta” nos cuenta la historia de un tipo cuya vida consiste en estar dentro de los cines, viendo películas, encadenando una función con otra, tal y como yo hacía en mi niñez y en mi adolescencia, siendo capaz de pasarme ocho y diez horas seguidas ante las pantallas de los cines de mi ciudad natal. Aquí van unos cuantos extractos de varios de los relatos: 

Christa llevaba ya cuatro días tratando de salir de la isla. Había empezado a tener mucho miedo durante estas últimas veinticuatro horas. Las duras experiencias del aeropuerto, dijo, la habían hecho sentirse desamparada y patética y perdida. Los trayectos en taxi por los montes. La lluvia y el calor. Y el borde, el borde oscuro, el estado de ánimo o el tono implicados, la lógica aciaga del lugar. Era todo como un sueño, una pesadilla de aislamiento y restricciones. Tenía que salir de la isla. Nos quedarían esas horas juntos. Este episodio, lo llamaba ella. Pero tenía que ayudarla a salir de allí.
[Del relato “Creación”]

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Tiene que haber algo divertido en esto, en alguna parte, algo que nos permita sobrellevar la noche.
[Del relato “La acróbata de marfil”]

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Había okupas en algunas plantas. Sor Edgar no necesitaba verlos para saber quiénes eran. Eran una civilización de indigentes malviviendo sin calefacción, sin luz, sin agua. Eran familias nucleares con juguetes y mascotas, yonquis que deambulaban de noche calzando las Reebok de algún muerto. Sabía quiénes eran por asimilación, por la ingestión de mensajes en clave que emitían las calles. Eran forrajeadores y recolectores, redentores de latas, la gente que iba dando guiñadas por los vagones del metro con vasos de papel. Y putillas tomando el sol en los tejados cuando hacía buen tiempo y hombres con órdenes de busca y captura por imprudencia temeraria e indiferencia depravada y otras ofensas de las que requieren las redondas locuciones victorianas que los tribunales modernos han adoptado para hacer juego con el entarimado. Y pregoneros del Espíritu, de eso estaba segura: una pandilla de carismáticos que brincaban llorando por la última planta, vociferando palabras e impalabras, curando heridas de arma blanca a fuerza de oraciones.
[Del relato “El ángel Esmeralda”]

**

-Mirad Grecia. Mirad las calles.
-Disturbios, huelgas, protestas, piquetes.
-Toda Europa tiene la mirada puesta en Grecia.
-Caos es una palabra griega.
-Vuelos cancelados, banderas quemadas, piedras volando en una dirección, gas lacrimógeno flotando en otra dirección.
-Los trabajadores están furiosos. Los trabajadores se manifiestan.
-Echar la culpa al trabajador. Enterrar al trabajador.
-Congelarle el salario. Subirle los impuestos.
-Robar al trabajador. Jorobar al trabajador.
-Cualquier día, ya. Esperen y verán.
-Nuevas banderas, nuevas pancartas.
-La hoz y el martillo.
-La hoz y el martillo.

[…]
Eso era lo que había temido, que la niña hablase de las noticias, todas las noticias de todo el tiempo, y de cómo su padre decía siempre que las noticias existen para poder desaparecer, esa es la razón de ser de las noticias, sean cuales sean, ocurran donde ocurran. Dependemos de que las noticias desaparezcan, dice mi padre. Luego mi padre se convirtió en noticia. Luego desapareció.
[Del relato “La hoz y el martillo”]

**

El mundo estaba ahí arriba, enmarcado en la pantalla, montado y corregido y fuertemente atado, y ellos estaban aquí, en el lugar que les correspondía, en la oscuridad aislada, siendo lo que eran, estando a salvo.
[…]
Terminada la película, ninguna gana de moverse, fuera no hay nada más que calor levantándose de las aceras. Su sitio, el de ambos, era este, en una fila de butacas vacías, sin elecciones falsas.
[…]
Algo le ocurrió a mi memoria en algún punto del recorrido. Es porque no duermo bien. El sueño y la memoria están relacionados.
[…]
Antes lo sabía todo de todas las películas que he visto alguna vez, pero ahora está borrándoseme.
[…]
Antes me sabía de memoria los títulos en inglés de todas las películas extranjeras, además del original. Pero me cojea la memoria. Una cosa no cambia ni para usted ni para mí. Nos organizamos el día, ¿verdad? Lo recopilamos todo, lo organizamos, lo dotamos de sentido. Y una vez que ocupamos nuestras butacas y comienza la proyección, es como algo que siempre supimos, una y otra vez, pero no podemos compartirlo con otros.
[Del relato “La Hambrienta”]


[Traducción de Ramón Buenaventura]

Próximamente: La fuga del náufrago


De Miquel Silvestre. En Barataria.

martes, diciembre 18, 2012

Salman Rushdie en El Cuaderno


El número 40 de El Cuaderno incluye mi reseña sobre Joseph Anton, el gran libro de memorias de Salman Rushdie, del que ya colgué algunos fragmentos en este blog. Puede leerse/descargarse aquí.

Próximamente: Animales perdidos


De Vicente Muñoz Álvarez. En Baile del Sol.
[Nota: hace unos años escribí un prólogo para este poemario; aunque con retraso, ya está a punto de llegar a las librerías]

El cine. Fábrica de sueños solidarios, de Varios Autores


La solidaridad es a veces áspera. Implica roce y riña, porque es el más humano de los fenómenos: nace del egoísmo, un egoísmo singularmente noble, y solo puede darse entre iguales. Cuando no es una relación de ayuda mutua, cuando se imponen condiciones, cuando una de las personas implicadas se siente inferior a las demás, no hablamos de solidaridad sino de otra cosa.
Creo que La Gran Guerra, de Mario Monicelli, una de las grandes películas del cine italiano y mundial, expresa muy bien en qué consiste la solidaridad.

[Del texto “La Gran Guerra”, de Enric González]

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Esta película me abrió los ojos al genocidio ruandés de 1994, al horror que desencadenó la pérdida total de humanidad, al dolor y al miedo insoportable de los inocentes, a la indiferencia de la comunidad internacional, que se limitó a mirar para otro lado. También me sacudió la conciencia y el corazón la existencia de personas como Paul Rusesabagina, capaz de no desesperar en el infierno, capaz de una valentía y una solidaridad sin límites.
No podemos siquiera llegar a imaginar lo que esas personas vivieron. Y, constantemente, una pregunta en mi cabeza: dónde estaba el resto del mundo, dónde estaba yo.

[Del texto “Hotel Rwanda”, de Maribel Verdú]

Trailer de Sound City


Documental dirigido por Dave Grohl en el que participan Neil Young, Tom Petty, Stevie Nicks, Trent Reznor, Rick Rubin, Mick Fleetwood, Lars Ulrich, John Fogerty, Pat Smear y Krist Novoselic, entre otros. Enlace.

Sushi Girl: tres carteles




Esta película tiene una pinta horrenda. Pese a ello, algo hay de encanto en sus carteles y en el reparto, con un Mark Hamill irreconocible.

lunes, diciembre 17, 2012

De óxido y hueso


Jacques Audiard, tras la tremenda e impactante Un profeta, vuelve a sumergirnos en los abismos del dolor y de la mala suerte. Los personajes de su Rust and Bone están heridos, física y/o psíquicamente, y esto no cambia aunque sus vidas se crucen y poco a poco se vayan complementando. Diríase que incluso el encuentro afianza su mala fortuna. Stéphanie (Marion Cotillard: espléndida, se merece todos los premios del año) sufre un accidente que cambiará su vida, sus relaciones y su circunstancia laboral. Alí (Matthias Schoenaerts, comedido y eficaz en su papel) tiene un hijo, pero no hay al lado una madre ni un trabajo que los sustente, y deberá vivir de la caridad de su hermana y de empleos de machaca hasta que empieza a combatir en peleas callejeras e ilegales. Estos dos personajes cruzan sus caminos. Y, como en una tragicomedia, están destinados a sufrir.


La habilidad de Audiard tras la cámara es evidente, y resulta ser lo mejor del filme junto al trabajo de Cotillard: el director siempre sabe dónde colocar la cámara, y ahí van unos ejemplos (SPOILER): el primer plano de la película es de unos pies y unas piernas caminando aprisa por la calle, y los pies y las piernas adquieren en la historia una importancia total, definitiva: porque ella las perderá; Audiard ya empieza a avisarnos con ese plano porque la cámara se sitúa justo ahí, igual que la primera vez que Alí se fija en Stéphanie, mirando y admirando sus piernas…; o ese instante en el que filma a Alí de lejos, orinando en la nieve, y bastan el silencio y la posición de la cámara para alertarnos de que algo grave va a suceder (Fin del SPOILER). A medida que transcurre la historia uno siente un nudo en el estómago. Hay películas que suponen una evasión (las de Stallone y Schwarzenegger, los megahits de Hollywood, etc) y otras que representan la vida en toda su crudeza (con sus injusticias, con el paro, con la miseria, las enfermedades y las roturas, los accidentes, los desengaños amorosos, etc) y De óxido y hueso entra lógicamente dentro de las segundas. Por eso, quizá, es tan impactante. Sin embargo hay que reprocharle algo: hacia el final se le empieza a ir la mano al director y el filme se acerca peligrosamente a la acumulación de dramas y desgracias de, por ejemplo, Biutiful (por citar una película que no me gustó y que cae en los vicios que su director antes había evitado); por fortuna, cuando la catástrofe ya agobia al espectador, la historia termina. 

Pose, de Alberto Olmos



10 OCTUBRE 2005                                    Cervantes

Una mujer corre por el andén, con su hijo detrás. Los veo a través de las ventanas del vagón. Entran. La mujer ordena al hijo que pregunte a dónde va este tren. El niño mira el paisaje. Yo estoy al fondo del vagón. El niño no se atreve a preguntar a nadie. La mujer se desespera, otea al final de las vías, mira su reloj.
Me levanto y le digo que el tren va a CiudadÁrbol, y que pasa por tales y tales municipios y barrios. Se relaja, me da las gracias y se sienta.
Vuelvo a mi sitio, abro un libro y no leo. No leo porque empiezo a pensar en la situación de esa mujer, una situación que ya he visto varias veces, una situación de una crueldad sutil, inapelable, tristísima. Esta mujer, como tantos otros adultos, ha emigrado en busca de un trabajo. Seguramente, es asalariada de una fábrica. Seguramente, trabaja doce horas al día. No tiene tiempo, no tiene ganas, no tiene quizá la capacidad para aprender el idioma B. Sin embargo, su hijo va a la escuela, donde le inyectan el idioma B, donde no escucha más que idioma B. Y su hijo es inteligencia blanda, fértil, aprovechable. Aprende rápido y tiene abierta la puerta que su madre tiene cerrada. Así, esta mujer, como tantos otros adultos, necesita a su hijo para hacer cualquier gestión, para pedir un papel en el Ayuntamiento, para abrir una cartilla en el banco, para saber qué día se recogen las latas de aluminio y qué día se recogen los muebles viejos.
Mientras pienso esto, el niño se me ha estado acercando. El tren aún está parado. Me pregunta de dónde soy. Se lo digo, y su madre, que es la que le ha pedido que hable conmigo (hasta delega en su hijo hablar en el idioma que sí domina) me invita a sentarme con ella para charlar. Se llama Carol; su hijo tiene siete años. Me dice que es boliviana y le pregunto si conoce a la familia de Eduardo. No la conoce.
Intercambiamos información sobre tiempo en este país y motivos de haber venido. Luego me habla de su hijo, Aarón. Ella misma le está alfabetizando. Le tengo prohibido que me hable en el idioma B, me dice. Pero el niño huye lingüísticamente. Poco a poco, se vuelve incapaz de comprender el idioma de su madre. No sabe leer.
Ambos miramos a Aarón, que juega con su consola Nintendo.

[Del diario “Japón 2005”]

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Lo que no vio nunca Alb en toda su estancia en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México)

A alguien leyendo.

[Del diario “México 2010”]