miércoles, febrero 27, 2013

Magma, de Lars Iyer


En Magma se juega, a mi entender, con (al menos) dos niveles narrativos:

Si en la estupenda Moo Pak (de Gabriel Josipovici) encontrábamos a dos hombres, uno que escuchaba y contaba la historia y el otro que hablaba y hablaba, en Magma (o Spurious) el planteamiento es similar: dos hombres pasean, beben y viajan y uno habla (W.) mientras el otro escucha (Lars). La diferencia estriba en que, en el libro de Lars Iyer, el hablante se dedica no sólo a hablar de literatura, sino también a criticar continuamente a su compañero de fatigas (a menudo dan conferencias en ciudades europeas). Así, W. es el Pepito Grillo de Lars, el narrador, la conciencia crítica que insiste en la agresión verbal: según W., Lars no tiene ya pensamientos, no es capaz de escribir, es un mal lector, carece de ambición y un sinfín de acusaciones que convierten a la pareja en una especie de parodia de las famosas buddy movies o películas de colegas… pero en el terreno intelectual. W. y Lars tienen a Kafka como “líder espiritual”, pero la gran tragedia de su vida es que ellos no son ni serán Kafka y, según W., ambos sólo pueden aspirar a ser Max Brod, que no comprende a Kafka y además lo traiciona. Lo suyo es un fracaso a gran escala, y uno de los síntomas evidentes de la cercanía del fin del mundo.

En un segundo nivel se nos ofrece la historia del piso que habita Lars, del que éste nos va dando cuenta poco a poco, intercalando en los monólogos de W. algunos pasajes en los que describe la enfermedad de su casa. Porque su casa está enferma: húmeda por todos los flancos, las paredes y el techo y los muebles de la misma van degradándose por culpa de esa carcoma que es la humedad, cuyo origen es difícil de identificar incluso por los especialistas. Esos pasajes son extraordinarios y nos aproximan a la narrativa sobre entes vivos, seres extraños y enfermedades que podemos discernir en las películas de, por ejemplo, dos de mis ídolos: David Lynch y David Cronenberg. Si en estos dos directores es la carne la que enferma y se pudre, o la mente la que va apoderándose de las situaciones, en Magma es la casa la que sufre una infección, como un organismo vivo que parece pensar por sí mismo y que va royendo al protagonista: no en vano, él cree que tiene dentro moho y esporas. [En este punto debo confesar lo muy identificado que me he sentido con estas páginas: aunque a menor escala, durante algo más de un año hemos sufrido humedades en nuestro piso de Madrid, que han ido devorando las paredes de tres cuartos y el interior de un armario empotrado, y han bajado hasta el piso inferior; como le ocurre al narrador en el libro, nadie era capaz de identificar claramente el origen de dichas humedades, y varios especialistas intentaron arreglarlo sin éxito… hasta que dimos con un tipo que sí lo solucionó].

Ambas historias acaban confluyendo de alguna manera, y a mi juicio encierran paralelismos
: la invasión del territorio de Lars. Si W. se apodera poco a poco de su mente, apenas dejándole espacio para que hable, y lo va contaminando con sus pensamientos, también la casa se apodera del narrador, del espacio que habita Lars. Lo cual demuestra que tanto el agua como el pensamiento, la humedad como las ideas, son invasivas y nos pueden colonizar si no oponemos una resistencia absoluta. Magma es la primera obra de una trilogía, que continúa con Dogma y Éxodo. Tiene sólo 165 páginas, muy divertidas, que se devoran como uno de los bocados más frescos de esta temporada. Aquí van unos extractos (traducidos por el propio editor, José Luis Amores, que merece doble aplauso por ambos cometidos):

El elogio excesivo es la respuesta, dice W. Únicamente deberíamos hablar el uno del otro a los demás en términos históricos globales, siempre insiste en esto. Estos son tiempos oscuros, después de todo. Nadie está a salvo.

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El elogio excesivo es todo lo que tenemos, dice siempre W., eso y mantenernos unidos. Tenemos que ser un bloque, una falange preparada para morir el uno por el otro. “Yo moriría por ti”, dice W. bastante serio. “¿Y tú, morirías por mí?” Eso es lo que demanda nuestra amistad, dice W. Naturalmente, yo nunca diría que moriría por él, dice W. Me conoce. Soy incapaz de ese tipo de sinceridad. O de amar. Soy incapaz de amar, W. ha sido siempre insistente en esto.

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Hay enemigos por todos lados, dice. Yo tengo enemigos y él también. Y además está el sistema global, dice W., que crea enemigos en lugar de amigos y enemigos de amigos. La traición es su mayor temor, dice W.

**

El piso entero está ahora lleno de esporas de moho. El aire caliente es espeso; hace un calor selvático y húmedo, y huele a podredumbre y esporas. El horno, comprado en septiembre, yace varado en el baño. El pasillo está lleno de trozos de madera mohosa, y hay otro aparador apretujado contra el radiador. Por la noche, al ir al baño, tengo que andar sobre madera húmeda y pasar entre aparadores húmedos.

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Un día me despertaré mudo en este piso húmedo. Mudo en la humedad, lleno de esporas, asfixiándome. Y un día, cuando me acerque a las paredes, desapareceré en ellas, humedad que vuelve a la humedad.

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Nadie entiende la humedad. Ésta es talmúdica. La humedad es el enigma que reside en el corazón de todas las cosas. Atrapa la luz de toda explicación, de toda esperanza. La humedad dice: existo, y eso es todo.
Soy la que soy, así la humedad. Te sobreviviré y sobreviviré a todas las cosas, así la humedad.

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Todo empieza cuando comprendes que tú, y sobre todo tú, eres Max Brod: esto, para W., es el principio fundacional.

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W. se pregunta por qué escribo libros tan malos. No se trata siquiera de que sean malos en cuanto a su contenido, que por supuesto lo son. Ni siquiera lo básico está en su sitio. Lo fundamental. “No sabes escribir”, dice W. “Eres incapaz de colocar una palabra detrás de otra”.

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La humedad, le digo a W. Ese es mi apocalipsis.

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La humedad me fascina, le cuento a W. No puedo evitarlo. Salgo afuera otra vez, a la cocina, al baño. Pongo la mano sobre la pared pegajosa. La humedad me llama. La humedad quiere tener un testigo. ¿Y quién soy yo sino el que la ve y la toca? ¿Quién soy sino el que tiene esporas en los pulmones?

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Sabía que cualquier éxito que hubiera tenido se basó en este mayor y predestinado fracaso. La derrota lo ha dignificado.

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Estoy empezando a reconocer los estados de ánimo de la humedad, le cuento a W. Las paredes de la cocina, todavía desnudas, en ocasiones parecen arrugar el ceño con ira: se tornan más oscuras, más marrones. Y luego, en otros momentos, parecen aligerarse: la humedad está de buen humor, o se ha distraído soñadoramente de su tarea de humedecer. Es un dios que necesita ser apaciguado, y si fuera así, ¿con qué tipo de sacrificio?



[Traducción de José Luis Amores]

The Place Beyond the Pines: tres carteles




Searching for Sugar Man


Unas horas antes de que obtuviera el Oscar al Mejor Documental, fui a ver Searching for Sugar Man al cine. Se trata de la increíble historia de un cantante norteamericano de origen mexicano que grabó dos discos perfectos y luego desapareció. Algunas de las leyendas aseguraban que se había pegado un tiro en la cabeza durante uno de sus conciertos. El director del documental trata de averiguar su historia y lo que encuentra es alucinante: Sixto Rodriguez aún vive, de manera modesta, en un pueblecito de Estados Unidos; pero en Sudáfrica es una estrella, un ídolo de masas, con cientos de seguidores que se saben las letras de sus temas. Como su título indica, el director hace una búsqueda, y, así, seguimos las pistas del cantante como si estuviéramos asistiendo a una novela de detectives. Es asombroso que Rodriguez tenga una especie de segunda vida a partir de ahora. Aconsejo escuchar sus dos LP's o la BSO de la película. Me parece, ya digo, una historia increíble: tanto que parece ficción. Pero no es ficción: todo lo que cuentan es real. Muy recomendable.


Madrid, 28 de febrero


The Girl: trailer y cartel


Trailer: aquí

Próximamente: El luminoso regalo


De Manuel Vilas. En Alfaguara.

Olympus Has Fallen: último cartel


Trailer de It's a Disaster


Spring Breakers: nuevo cartel


martes, febrero 26, 2013

Patologías, de Zajar Prilepin


Las dotes como narrador de Zajar Prilepin se manifiestan de manera inmediata en la primera página: allí no nos habla de la guerra ni del ejército ni de nada relacionado con ambos; nos habla de una visión que le atormenta, en la que viaja en un autobús con su hijo adoptivo y el vehículo cae al agua, teniendo él que luchar no sólo por su supervivencia, sino también por la del muchacho. Prilepin nos describe esto con tanta fuerza que ya quedamos enganchados a la obra y a lo que quiera contarnos. El narrador ni siquiera regresa a ese punto: nunca sabremos si la visión es premonitoria, o si aquello sucedió de verdad y le atormenta el recuerdo, no sabemos si llega a tener un hijo o si sólo imagina la posibilidad de tener un hijo cuya vida corre peligro. Pero ese miedo, sea lo que sea, al final está relacionado con la guerra: pues los hombres suelen regresar de la guerra abatidos por las pesadillas, los recuerdos, las visiones…

Durante el resto del libro Prilepin alterna la historia de su noviazgo con Dasha durante sus tiempos de civil (una relación matizada por los celos, que aún siente) con las incursiones junto a los soldados por territorio checheno. El contraste entre los dos mundos es, lógicamente, brutal. La rutina de las maniobras y de las exploraciones marca la primera mitad del libro: Yegor y sus compañeros (todos ellos señalados con apodos) se dedican a emborracharse para disfrazar un poco los horrores de la guerra, a comer cuanto pueden, a preguntarse cuándo morirán y cuánto tiempo les queda de vida. En la segunda mitad, aislados en una escuela abandonada, tendrán que poner a prueba sus agallas y su capacidad para salvar el pellejo. Y es ahí donde Prilepin demuestra una vez más su habilidad para introducirnos en un infierno de explosiones y vísceras que salpican las paredes mientras los protagonistas casi se mueren de miedo. Os copio un fragmento, perteneciente a uno de esos pasajes en los que el narrador se come la cabeza pensando en una posible huida que lo libre de las batallas que le esperan:

¿Es posible que me pase toda la noche aquí acostado, sin parar de pensar? Mi vida, ¿cuánto tiempo más durará? ¿Ocho horas? Seguro que ya no serán ni ocho, cada vez queda menos y menos tiempo; han pasado ya unos segundos y, mientras lo pienso, todavía se escabullen algunos más, y mientras me digo “se escabullen algunos más”, aún… ¿Tendría que hacer algo? Tal vez salir del dormitorio ahora mismo, como si tuviera ganas de orinar, dar una palmada al centinela en la espalda, como diciéndole: no te levantes, hermano, sigue atento a la radio, voy un momento a mear… Salir y dirigirme al portal… Allí no hay centinelas durante la noche. Ir más allá del portal, fingiendo que no oyes cómo te llaman desde el tejado y caminar, caminar, después correr, a través de la ciudad, hasta el mismo Sunzha, hasta el puente… Refugiándome en los portales de las casas, ocultándome, estremeciéndome con todo el cuerpo, quién me necesita: solo, desarmado, un desertor indefenso. Cruzo el puente, allí no hay ningún punto de control, y camino durante la noche, corro, tal vez llore de vergüenza, pero no pasa nada, de eso nadie se muere… Correré hasta la frontera…


[Traducción de Marta Rebón]

Cartel de Ghost Child


Próximamente: Descubriendo al General


De Graham Greene. En Capitán Swing.

Cartel de Andre Gregory: Before and After Dinner


Trailer de Simon Killer


Cartel de Black Rock


lunes, febrero 25, 2013

Oscars 2013




viernes, febrero 22, 2013

The Wire (Toda la verdad), de Rafael Alvarez con la colaboración de David Simon


Este libro es una maravilla. Fundamentalmente te lo parecerá si, como yo, amas la serie The Wire. Son unas 550 páginas que se devoran en menos de una semana, con alrededor de 300 fotos (o más), unas cuantas de ellas en color y la mayoría en blanco y negro.

Cada episodio es relatado por Alvarez (uno de los guionistas de la serie) con pelos y señales, secuencia por secuencia, lo cual facilita que recordemos cada momento. Se analizan los personajes principales o más jugosos (Stringer, McNulty, Omar, Marlo, etc), contando anécdotas y confesiones de los actores que los interpretan. Se nos invita a conocer los múltiples guiños, las referencias, las bases sobre las que han trabajado los guionistas, las personas (polis, abogados, camellos…) en las que se han inspirado, los secretos iniciales del proyecto. No faltan entrevistas, ni tampoco una especie de guía de cameos y de apariciones estelares. Es como el making of de un dvd, pero a lo grande y en papel.

Tampoco faltan colaboraciones de Nick Hornby, George Pelecanos, William F. Zorzi y, entre otros, David Simon, quien escribe una introducción lujosa y extensa y aporta las mejores perlas del libro en ese texto y en posteriores declaraciones; sin olvidar citas y anécdotas de otros escritores y guionistas que participaron en la serie. Sin más, os dejo con algunos de los mejores extractos, precedidos por el nombre de cada autor:

David Simon:
[The Wire] Trata sobre La Ciudad.
Muestra cómo vivimos en Occidente en el inicio del milenio, como una especie urbanita hacinada en poco espacio que contempla con amor y miedo en lo que se ha convertido no sólo en Baltimore o San Luis o Chicago, sino también en Manchester o Ámsterdam o México D.F. En el mejor de los casos nuestras metrópolis son la culminación de las aspiraciones de la comunidad, el depósito de todos los mitos y esperanzas de la gente que se aferra a los lados de la resbaladiza pirámide que es el capitalismo. En el peor, nuestras ciudades –o esos lugares de nuestras ciudades a los que la mayoría no nos atrevemos a ir –son recipientes que contienen las contradicciones más oscuras y la competición más descarnada que se oculta bajo la forma en la que convivimos, o no logramos convivir.

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David Simon:
En mi ciudad, los campos de herrumbre y los muelles y fábricas abandonados son el testamento de una economía que cambió y luego volvió a cambiar, dejando obsoletas a generaciones enteras de trabajadores sindicados y a sus familias. El coste para la sociedad es incalculable, aunque tampoco es que nadie se haya detenido nunca a calcularlo. Nuestros líderes políticos y económicos quitan importancia a este horror y a veces incluso lo ridiculizan frívolamente. La sugerencia de Margaret Thatcher de que no hay ninguna sociedad que considerar más allá del individuo y de su familia es significativa del desprecio de finales del siglo XX hacia la idea de que las naciones-estado deberían ofrecer a sus ciudadanos algo parecido a un propósito común y un sentido de pertenencia.

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Rafael Alvarez:
La segunda temporada de The Wire trata de los últimos días en que fue posible seguir los pasos de tu padre para ganarte la vida.
Es, en palabras de David Simon, un funeral en doce capítulos por la “muerte del trabajo”.

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Rafael Alvarez:
Inteligente y segundo de a bordo de Avon Barksdale, su amigo de infancia y jefe del narcotráfico, la historia de Bell era clave para transmitir una de las principales tesis de The Wire: Si niegas a todo un segmento de la sociedad el acceso al gran juego, crearán un juego en la sombra que reproducirá el establishment en todos sus aspectos excepto en la legitimidad social.
Stringer Bell es un gánster que utiliza gafas de lectura, un asesino al que le gusta el procedimiento parlamentario y las tazas de té caliente. Lo interpretó exquisitamente Idris Elba, que dijo de su personaje que era un “tipo malo con cerebro y poder”.

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Rafael Alvarez:
En un mundo en el que los policías alcohólicos están dispuestos a tirarse escaleras abajo para conseguir una pensión de invalidez y en que los aprendices de gánsteres devoran a sus amigos de infancia por dinero y para conseguir más poder, Omar es un hombre de principios inamovibles que podemos respetar e incluso admirar.
No se droga ni explota a los adictos; se sabe que incluso le dio una dosis a una hermana que tenía el mono. No viste ropa cara ni joyería. Nunca utiliza expresiones malsonantes ni vuelve su arma ni su astucia contra los “civiles” que no forman parte del juego.

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Dennis Lehane:
Marlo es excepcionalmente inteligente y, desde un punto de vista evolutivo, es el ideal de Maquiavelo… ha sido deshumanizado hasta el punto de que es incapaz de comprender por qué debería preocuparse por alguien o algo que no vaya a aumentar sus beneficios.
Mientras otros personajes de la serie eran muy ostentosos –me refiero a personajes del estilo de Bunk o Omar o McNulty o incluso Bodie–, Marlo es prácticamente estalinista en su falta de ostentación. Y eso lo hace todavía más terrorífico.

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David Simon:
Extracción de beneficios a fuerza de recortes en plantilla y presupuestos, una incapacidad para enfrentarse a la situación y competir, internet, coberturas fragmentarias de noticias, editores sin ambición y una cultura profesional que se mira el ombligo y se centra sólo en los premios.
Eso es lo que queda de la vieja dama gris del periodismo.

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Rafael Alvarez:
Por turnos, las cinco temporadas de The Wire repasan, casi como si fueran un documental, la guerra contra las drogas; la muerte del trabajo en unos Estados Unidos postindustriales; la reforma llevada al extremo legalizando las drogas; el fracaso del sistema escolar municipal; y, envolviéndolo todo como una hoja de periódico envuelve a un abadejo, la incapacidad de los medios para informar de todo lo anterior, y su todavía mayor incapacidad para explicarlo o corregirlo.

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David Simon:
The Wire versa sobre el capital y los trabajadores y, cuando el capitalismo triunfa, los trabajadores sufren.

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Michael Kimball:
[McNulty] Es a la vez un tipo genial y un capullo muy jodido. Y usualmente es lo uno o lo otro dependiendo de lo que haya bebido o de lo metido que esté en un caso. 


[Traducción de Joan Eloi Roca]

Cartel de Manhunt


Trailer de Hunky Dory


To the Wonder: dos nuevos carteles



Ben Kingsley en Iron Man 3


jueves, febrero 21, 2013

Patinando a la Antártida, de Jenny Diski


Me compré hace poco tres libros de Jenny Diski, antaño editados por Circe y ya difíciles de encontrar. Es una narradora que me interesa mucho porque escribe sobre sus viajes y sobre su vida y en su obra une los géneros: a veces parece que leemos una novela, a veces parece un reportaje, a veces una suma de recuerdos… He empezado con este título porque Diski, en sus páginas, habla del crucero en el que se embarcó para ver icebergs, encontrar cierta paz de espíritu y escribir sobre su madre. La autora no oculta sus episodios de depresión, lo cual hace más auténtico o conmovedor el relato. Aquí os dejo unos extractos:

Me salté el desayuno y las dos conferencias siguientes, pensadas para ocupar nuestras horas de travesía, y dediqué el día a mi resfriado, a mi cama, a mi libro y a la vista que podía distinguir a través de mi ventana. Me sentía completamente satisfecha. Dormía, leía y contemplaba la nieve y el mar: podría haber seguido así eternamente. Sin hermanas Winniki que me fastidiaran. Yo sola, disfrutando del placer de la indolencia. ¿Qué más podría nadie desear?
Y entonces, por la tarde, vi pasar flotando el primer iceberg.
Ante mi perezosa mirada, su forma emergió por la ventana como un espejismo, una apariencia onírica, un fantasmagórico edificio blanco y mate bajo la nebulosa luz gris y la cortina de nieve. Un acontecimiento súbito y suavemente deslizante en un gran océano vacío y bajo un enorme cielo desierto. Parpadeé. Carecía de la frustrante familiaridad de las cosas que hemos visto con demasiada frecuencia en la televisión o en las láminas de los libros. Su presencia sorprendía tanto por su flamante realismo como por su singularidad. Incluso las aves parecían haber enmudecido para señalar nuestra entrada en el mundo de los hielos. El altavoz emitió un chasquido y Butch anunció:
-Damas y caballeros, tenemos icebergs.

**

Se había decidido que el libro que proyectaba escribir sobre el viaje y sobre mi madre fuera mi primera obra larga de no ficción. Entendí con aquello que no se esperaba que escribiera una novela al respecto. Evidentemente. ¿Quién aceptaría escribir una novela que tratara de un viaje real que aún no había llevado a cabo? Las novelas no son así. Pero, aparte de eso, prefería reservarme mi propia consideración de lo que es “no ficción”. Existen infinitos modos de relatar la verdad, obras de ficción incluidas, e infinitos modos de esquivarla, obras de no ficción incluidas. Desde mi oscilante catre del camarote 532 comprendí que la verdad o la falsedad de un libro sobre la Antártida y mi madre no dependía del hecho de llegar a mi destino. Ni tampoco de no llegar a él. Me sorprendí desarrollando cierto interés por la no ficción.

**

La depresión es algo sumamente doloroso, pero es también silencio y ausencia. He ahí una paradoja. El dolor, la verdadera angustia, es intolerable. Yo sería capaz de hacer casi cualquier cosa con tal de no experimentarlo, pero el silencio y la ausencia del lugar al que te conduce la depresión te proporcionan la posibilidad de aproximarte a un estado de satisfacción. No quiero decir que yo tuviera algún control consciente sobre la depresión, sino que descubrí que algunas veces, si conseguía aguantar hasta que pasara el dolor, llegaba a un lugar en el que reinaban la paz y la tranquilidad más completas. Tampoco pretendo defender las ventajas de la depresión. La depresión es terrible: es imposible aguantar el dolor si tus circunstancias no son las adecuadas, si no cuentas con apoyo o si tienes personas que dependen de ti. E incluso cuando de algún modo pueden darse tales condiciones, aguantar el dolor conlleva el riesgo real de que no seas capaz de sobrevivir a él. Pero, dado que la depresión era algo que me sucedía y que yo sí contaba con apoyo, descubrí que al cabo de cierto tiempo era posible lograr una especie de gozo completamente desconectado del mundo. Ansiaba hallarme ilocalizable en aquel lugar desprovisto de dolor. Y aún lo deseo. Está pintado de blanco y lleno de un silencio que retumba. Es una pista de hielo interminable. Es antártico.


[Traducción de Gian Castelli Gair]

Próximamente: Carta sobre el comercio de libros


De Denis Diderot. En Seix Barral.

Peeples: dos carteles



Hoy, en Sevilla


Trailer de Evil Dead [2013]


Cartel de No Place on Earth


miércoles, febrero 20, 2013

Cartel de Before Midnight


Próximamente: Hud, el salvaje


De Larry McMurtry. En Gallo Nero.

martes, febrero 19, 2013

Música para torpes, de Luis Miguel Rabanal



CONTRA LA BURLA

Secretos que atesorar bajo el sopor
de la almohada, cocos relumbrones y mixtos.
Más allá del azar, cuando se han superado
ya los años horribles y cuelgan las babas
de la boca y estudian tu creatinina otra vez,
más allá del azar
se esconde el pícaro que atenaza tu pecho
con punzones oxidados y diversos productos.
No supervisan ahora tu sudor, concibes
un mundo de posologías y callejas,
añoras el sueño donde se representa para ti
solamente la muerte.
La casa está en silencio
y el silencio es una aterida luz que no tocas,
alguien, bajo tu ventana, al pasar estornuda.
Por qué tendría uno que confesar su delito
si esperar frente a ti, teñido de lóbrego,
ya es suficiente desorden.
La cama que inquieta con su olor, el vaso
de agua lejano que miras con sed,
con locura,
el escozor de tu postilla que es fuego.
Todo te ha sido entregado
por ese absurdo dios que se estremece
asiduamente, te ha sido regalado
para martirizarte con enorme tesón,
igual que un caballero se cortaría las venas.
Bien, asume tu derrota siquiera,
nos harías un favor si partieses
a la atribulada región de los hipócritas.
Nos quedaría un sabor amargo en la garganta
pero qué más da, si hasta tu aliento
se imagina en estos casos riguroso.

**

UNA ESPECIE DE PLANTA

Tenlo presente para cuando te despiertes.
No necesitas
que te crezca el apetito por una urgencia
fútil, te sabes las adivinanzas que te sabes
y las que no, las inventas
para él por doquier los cromos y los botes.
Afuera ha quedado la niñez
y su inmediata ternura has de examinarla
sin gentileza ni hostias,
desangelada como si fuese un accidente.
Como una tromba de agua que golpease
ahora tu cristal.
No debes quejarte todavía, la vida te sonríe
con su ojo vago y te recorta las uñas,
tenlo presente para cuando te despiertes
y veas abrazadas a ti las yedras
de la casa.
Pues parece ser que te conocen,
que buscan en tus ingles para herir en ellas
al adolescente que nunca fue mortificado
por algo semejante, es la hora
de las más puras contradicciones.
Cualquiera lo diría, un hombre que sufre
atado a sus recuerdos
que son un tiovivo o son la sacavera.
Depende de los vientos, del humo
que dejaban los barcos al partir
un día señalado de noviembre.
Tenlo presente para cuando te despiertes.
Y la vida, a tu pesar, prosiga y te falten
las ganas de anotar los mayores disparates,
y de esperar y esperar y esperar
el exterminio.

Banner de Mud


Próximamente: El ladrón de peras


De Felipe Zapico. En Origami.

Pronto en librerías: Magma


Cartel de Perfect Mothers (aka Two Mothers)


Disociados. Antilogía: 4 poetas


Iron Man 3: Don Cheadle y Guy Pearce



Sister: 4 carteles





lunes, febrero 18, 2013

Accidente, de Max Frisch / Uwe Johnson



Estamos ante un volumen insólito, dado lo original (y atípico) de su propuesta, y me extraña que no se haya publicado antes porque aquí se unen dos textos de indudable calidad. Norbert Mecklenburg explica, en el estudio que sirve de epílogo, los pormenores de ambos, y se explaya en torno al segundo de ellos mediante el análisis de sus secretos, sus guiños y sus referencias intertextuales: su lectura es esencial, por tanto. 

Accidente agrupa dos relatos. El primero, “Apuntes de un accidente”, fue escrito por Max Frisch e incluido en sus Diarios, y cuenta en pocas páginas el viaje de una pareja en automóvil, con sus paradas en el camino, sus disputas y sus caprichos, y el conjunto, estructurado mediante fragmentos breves, a mí me recuerda un poco a la película Dos en la carretera (una de mis cintas favoritas). Aunque el texto no es tan complejo como el segundo del volumen, sin embargo ostenta un estilo pop y fresco que engancha en seguida, y del que os copio dos extractos (y en este enlace se accede a las primeras páginas): 

Es delgada. Tiene una gran dentadura, y detrás de sus carnosos labios siempre se ven los dientes, aun cuando no se ría. Si alguien le dice que es guapa, suspende el examen. En cambio, hace todo lo posible para que el hombre que reconoce su inteligencia la encuentre guapa.

**

En Aviñón, la espera en el descapotable mientras ella tiene que hacer algunas compras. Hay tiempo. Están de vacaciones. Fuma, desea portarse bien. Cuando por fin aparece, la recibe como un caballero, sale del coche, le abre la puerta, dice: “¡Encontré tus gafas! Estaban debajo del asiento”. Marlis dice: “¿Ves?”, como si fuese él quien le hubiera perdido las gafas, el segundo par en este viaje. Marlis no ha encontrado la lima de uñas que también quería comprar, pero sí unas zapatillas de playa, que él encuentra graciosas. ¿Por qué está malhumorada? Siempre tiene la sensación de que Viktor se impacienta. Como en Marsella. Ella tiene media maleta llena de zapatos, y él no entiende por qué desde Marsella sólo lleva puestos los zapatos que le aprietan. Con su propuesta de volver a pasar por Marsella no quería ser irónico, pero ella no lo cree. Ahora los dos están de mal humor.

El segundo es “Apuntes de un accidentado”, escrito por Uwe Johnson. Éste fue amigo de Frisch y en dicha amistad no faltaron disensiones sobre ciertos temas, y tampoco homenajes, como demuestra este relato, en el que Johnson toma el mismo eje sobre el que gravita la historia de Frisch (un accidente) para contarnos la tragedia de un escritor que mata a su mujer acusándola de infidelidad. El resultado es una serie de notas, apuntes e informes que consignan la tristeza de disco escritor: antes del asesinato de ella no es feliz, pero tampoco después del mismo. Y, así, vive como un muerto en vida. Aunque me gustó más el primer relato, el autor del epílogo nos desvela el sinfín de alusiones a ciertos títulos literarios, los múltiples guiños y los diversos significados; después de ese epílogo, el lector es forzado a revisar algunos de los pasajes para releerlos con esta nueva luz que aporta Mecklenburg. Y aquí os dejo un fragmento:

Habiendo vivido durante diecisiete años como niño acogido en diversas casas, habiendo sido testigo de las heridas que pueden infligirse un hombre y una mujer, dice que tuvo que inventar para sí mismo su propia idea de la vida matrimonial, idea anacrónica en una época en que el adulterio había degenerado en una farsa burguesa. Niño solitario que sólo había recibido aliento a través de instrucciones, reprimendas o palabras de orden, se reafirmó en la elitista decisión de realizar, por lo menos en lo que a él concernía, cuanto iba en contra de las reglas. Probablemente le guiaba también el ingenuo deseo de protegerse de la traición, ciego como estaba al, incluso aquí, manifiesto trueque convencional que pretendía pagar la lealtad con un valor correspondiente. Podía seguir la teoría de los amigos marxistas de la universidad, también su teoría moral, pero siempre vacilaba cuando citaban a KALININ: “El matrimonio es una tarea política”. 


[Traducción de Eva Scheuring]

Próximamente: El club de lectura del final de tu vida


De Will Schwalbe. En RBA.

Cartel de Computer Chess