martes, septiembre 30, 2008

Portadas exquisitas


Poor People, de William T. Vollmann. Inédito en España.

Tropic Thunder


Tropic Thunder es una parodia de Hollywood en general y de las películas de guerra de Vietnam en particular. Ben Stiller es uno de los reyes de la parodia. Todo el mundo ha visto (y disfrutado) alguna comedia suya, pero pocos lo reconocerán. Esta vez ha contado con un numeroso plantel de actores respetados, muchos de ellos haciendo un cameo. Tropic Thunder no es muy distinta de Agárralo como puedas o Hot Shots, pero sin el tono cartoon de aquellas.
Es esencial llegar a la sala antes de los créditos iniciales, para ver los trailers falsos que protagonizan algunos actores de la película. Escenas como el diálogo sobre los tipos que interpretan a autistas y disminuidos para ganar el Oscar, el mono de droga de Jack Black (Si me desatas, te chupo la polla...) o la parodia de Platoon serán una referencia ineludible en el futuro, cuando hablemos de la comedia americana. Pero lo mejor está en el trabajo de Tom Cruise, Nick Nolte, Robert Downey Jr. y Matthew McConaughey, y hasta ahí puedo leer.

Citas. 94

Probablemente, todo aquel que se gana el pan de cada día mediante la actividad de narrador se ha preguntado alguna vez por qué razón no se dedicó a actor, a banquero o a vendedor de calzado, en vez de entregarse a la literatura.
Erskine Caldwell, Llamémosle experiencia

Paul Newman: digno y elegante

Lo último que recuerda el público español del gran Paul Newman es, probablemente, su papel de mafioso en “Camino a la perdición”, que le valió una nominación al Oscar como actor secundario. En los telediarios hablaban de sus últimas aportaciones al cine: el doblaje de un par de cintas de animación. Pero éstas no cuentan porque lo que queremos, lo que el público siempre ha querido, es ver a Paul Newman en persona. Así que su última verdadera interpretación está entre el secundario de “Camino a la perdición” y su doblaje para un corto de siete minutos incluido en el dvd de “Cars”. Me refiero a su personaje Max Roby, gruñón y adorable, en la mini serie de televisión “Empire Falls”, que rodó hace unos tres años. Por aquel papel obtuvo un Emmy y un Globo de Oro. Que yo sepa, nunca ha salido en dvd ni ninguna cadena de televisión la ha emitido (salvo, supongo, las cadenas de pago). En el verano del 2006 me hice con una copia y la disfruté después de leerme el libro de Richard Russo en el que se basa. Busco en mis archivos. Escribí un artículo sobre la serie (cuatro horas de duración: dos episodios) y rescato lo que dije entonces: “Soberbios están Woodward y Newman. Y Newman, con un papel breve y secundario, es capaz de comerse él solo a los demás actores. Cada vez que aparece en escena, corrobora uno que está ante un maestro. Uno de los más grandes. Un dios del celuloide”.
A pesar de eso, no conozco a nadie que desde entonces haya seguido mi recomendación y la haya visto. Y lo más probable es que, a raíz de su muerte, se apresuren ahora a editarla en dvd en España o a emitirla por televisión. Es así. Es la maquinaria de consumo que lleva aparejada la muerte en estos tiempos. Consigan una copia como sea, porque esa es la auténtica última interpretación de Newman y él solo le da una lección a todo el reparto. Pero retrocedamos un poco. Antaño iba al cine a ver cualquier cosa que este actor gigante hiciera: desde las que yo considero grandes películas (la citada “Camino a la perdición”, “Ni un pelo de tonto” o “El gran salto”) hasta las que no harán historia pero cuentan con el broche de oro de tenerlo a él (“Mensaje en una botella”, “Al caer el sol”, “Creadores de sombras” o “El escándalo Blaze”). Una película tan ñoña como “Mensaje en una botella” merece la pena porque sale Newman haciendo de padre del personaje de Kevin Costner. Soporté aquella cinta sólo por él, que la elevaba de la mediocridad cada vez que salía en pantalla. Paul Newman es uno de los iconos absolutos de mi niñez, la clase de estrella que uno sueña con imitar en la infancia, el tipo simpático, granuja, duro y guapo de “El golpe”, “El juez de la horca”, “Dos hombres y un destino”, “La leyenda del indomable”, “Harper”, “El premio”, “El buscavidas”, “Marcado por el odio”… Porque, ¿qué hombre no ha querido ser Paul Newman? ¿Y qué mujer no ha querido intimar con él? Este actor siempre despidió la clase de energía de los grandes, ya fuera para hacernos reír (“El castañazo”) o para emocionarnos (“El color del dinero”).
A su talento, su carisma y su belleza, indiscutibles, se unía su humanidad. Es raro que, en un lugar de tentación como Hollywood, dos actores estén unidos durante tantos años. Paul Newman y Joanne Woodward eran uña y carne, la clase de amor envidiable que abarca décadas. Su corazón le llevó a amar así y a luchar por diversas causas humanitarias. Se retiró a morir a casa, para estar con su gente. Con dignidad, con elegancia, sin armar jaleo, aceptando que hasta las estrellas caen. Abandonó el hospital para esperar a la Muerte en su lecho. Y seguro que también la sedujo.

lunes, septiembre 29, 2008

Conversaciones con Woody Allen, de Eric Lax


Estas conversaciones, que abarcan casi toda la carrera de Woody Allen, suponen una guía imprescindible para quienes admiramos su trabajo como director, guionista y actor (él mismo dice que es un intérprete muy limitado, pero siempre nos hace reír). A lo largo de más de 400 páginas, el biógrafo Eric Lax y Woody Allen hablan de los aspectos principales de un filme, ordenados por materias en varios capítulos: "La idea", "El guión", "Reparto, actores e interpretación", "Montaje", etc. Aparte de la sabiduría de Allen y esas perlas que suelta de vez en cuando (Hay que elegir entre la realidad y la fantasía, y como es lógico uno se ve obligado a optar por la realidad y esta siempre te muele a palos o En lugar de vivir en el corazón y la mente de mis congéneres, preferiría vivir en mi apartamento), sus declaraciones incluyen varias sorpresas para entender mejor su cine: cómo es capaz de cambiar el rumbo de la película durante el montaje, volver a rodarla por completo (incluso con otros actores, si los primeros ya no están disponibles) o por qué es reacio a rodar fuera de Manhattan.

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Mediaba la tarde y, en Fnac, vimos una estantería dedicada a sus películas en dvd, pero aún no conocíamos la noticia. Un par de horas más tarde me fijé en dos chicas que iban por la calle con sendos carteles colgados del cuello. En uno ponía PAUL y, en el otro, NEWMAN. “No se habrá muerto Paul Newman, ¿verdad?”, pregunté. Un amigo me dijo que sí, que lo vio en las noticias. Íbamos de camino a una fiesta y su muerte, aunque anunciada, me deprimió, como si algo se me hubiera roto por dentro. Y dediqué la noche a brindar por un hombre más grande que la vida misma. Por un caballero de ojos azules.

Hay que cuidarlos

Para quienes admiramos a ciertos escritores ya fallecidos, cuando recuperan en España obras que no habían traducido nos embarga una alegría que no sabe nada de esperas, que nos incomoda y nos mantiene en el desasosiego hasta que los textos llegan a las librerías. Se me ocurren ahora mismo algunos ejemplos: el “Libro de jaikus” y el “Libro de esbozos”, ambos de Jack Kerouac (aún no he leído “México City Blues”); las últimas obras de John Fante; el “Gato encerrado” de William S. Burroughs; manuscritos de Ryszard Kapuscinski y de W.G. Sebald… La lista es interminable, dada esa lúcida labor de recuperación de autores que están llevando a cabo numerosas editoriales. Aunque aún falta trabajo por hacer: ojalá alguien rescate a Nelson Algren, autor de “La selva de neón” y “El hombre del brazo de oro”.
Entre las próximas alegrías que nos han dado o nos darán las editoriales está un cuento de Charles Bukowski ilustrado por Thomas M. Müller. Nórdica Libros lo publica en breve con el título en castellano de “Secuelas de una larguísima nota de rechazo”. No es un cuento cualquiera. Se trata de la primera publicación de Bukowski en la revista Story Magazine. Fue en el 44 y el relato se titulaba, en inglés, “Aftermath of a Lengthy Rejection Slip”. En Estados Unidos venden o vendían una tirada limitada de copias firmadas por el propio autor. He estado buscando el cuento en todos mis libros de Bukowski y no lo encuentro por ninguna parte, y tampoco me suena haberlo leído. Supongo que es inédito en castellano. Aún queda mucho por traducir de este autor. No hace mucho publicaron “Noche de escupir cerveza y maldiciones” y “Guerra sin cesar”: un libro de correspondencia y un poemario, respectivamente. La serie de ilustrados de Nórdica es imprescindible, tanto para tenerla en casa como para regalarla; cito algunos títulos: “El festín de Babette”, “Sin contar”, “Las flores del mal” o “Bartleby, el escribiente” (éste último, una de mis relecturas predilectas). La editorial Impedimenta está a punto de darnos otra alegría. A la labor de recuperación de obras de Stanislaw Lem suma ahora un título inédito de Georges Perec: “Lo infraordinario”. Admito que a Perec lo empecé a leer y a disfrutar hace poco. Era raro, distinto y genial. Yo abrí el camino de mis lecturas de Perec con “Me acuerdo”.
Por su parte, en la página web de El Boomeran(g), blog de blogs del grupo Prisa, han colgado un cuento de David Foster Wallace titulado “Buena gente” en su sección “Escaparate de novedades”. El internauta puede descargarlo de forma gratuita e imprimirlo. No se había publicado antes en castellano y aparece ahora en la antología “Los mejores relatos. Narrativa estadounidense contemporánea”. Al estar publicada en Venezuela, me temo que va a ser difícil hacerse con una copia. Y, hablando de DFW, si uno entra en la web The Howling Fantods, puede repasar la cantidad de textos del autor que aún no han sido recogidos en libros. También queda mucha obra de Wallace por traducir en España, empezando por su primera novela. Y no olvidemos que en Minúscula están publicando la traducción completa de “Relatos de Kolimá”, de Varlam Shalámov, una de las mayores alegrías editoriales que he recibido en los últimos tiempos. Hace un año salió el primer tomo, y se me está haciendo eterna la espera de los demás volúmenes. Soy consciente de que esta marabunta de títulos y autores traerá al pairo a muchos lectores del periódico, pero les juro que aún queda gente preocupada por la literatura. Una editora me dijo hace poco: “A los buenos lectores hay que cuidarlos, que escasean”.

domingo, septiembre 28, 2008

Paul Newman (1925 - 2008)


Narrador dj

Recibí un correo electrónico. Yo no conocía al remitente. Se llamaba Manolo D. Abad y me habló de Oviedo y de La Encomienda (en Zamora, para quienes no lo sepan). De sus lecturas de este periódico. De sus visitas esporádicas a mi ciudad natal. De las vicisitudes de sus padres en los hospitales de Zamora. A mí, al principio, me sonaba extraño que alguien me hablase de dos lugares tan alejados como Oviedo y La Encomienda. Pero ya he dicho que los vínculos con esta tierra son infinitos. Manolo tiene una manera muy curiosa de escribir e-mails, porque mientras lo hace va anotando las canciones que escucha, te cuenta lo que suena en ese momento por los altavoces. A mí me parece un modo muy especial de comunicarse: es como conversar con un narrador dj. Otro día, y tras el intercambio de correos, merodeé por su página de MySpace. Entonces supe que Manolo, además de dedicarse al periodismo y a la crítica musical y cinematográfica en Asturias, también es escritor. El libro que presentó el jueves pasado goza de un título atractivo e impactante: “Vasos sucios en la madrugada”. Es un libro de relatos que aún no tengo, pero que espero no tarde en llegar a las librerías de Madrid. Me interesaba conocer esos vínculos del autor con Zamora y La Encomienda, que visita a menudo. Y esto es, más o menos, lo que me contó.
La historia empieza con sus padres. Trabajaban en la radio, en Asturias. Su padre era técnico de control y sonido. Su madre, locutora. Fue allí donde conocieron al periodista zamorano Primitivo Luengo. Como embajador de nuestra tierra, Primitivo actuó de guía. Cito al propio Manuel: “Nos invitó en una Semana Santa, creo que la de 1976 a la Urbanización La Encomienda y tras pasar allí unos días, acabó convenciéndoles para que compraran allí un chalet”. El chalet queda frente al Club Deportivo Esla, al que algunos veranos iba yo con mis abuelos, en la infancia, a soportar niños peinados con laca y a bañarme en la piscina. Así que no sería raro que, en más de una ocasión, Manolo y yo cruzáramos nuestros caminos. Nunca se sabe. Desde entonces, su familia y él pasan algunas jornadas en La Encomienda. Conocen Tábara y Zamora. Y, a juzgar por lo que me cuenta, a todos les encanta. “Allí puedo desconectar”, dice. Una noche del año pasado, Ángela Moreno (hoy concejala del Ayuntamiento) lo llevó de copas por la ciudad. Abad es una de esas personas de las que yo contaba en un artículo del otro día que, viviendo fuera, no suelen olvidar los garitos por los que les guían en Zamora. En este caso, el Berlín, el Ávalon Café y La Cueva del Jazz. Boris le dejó pinchar en el Berlín durante unas cuantas horas.
En cuanto termine la promoción de “Vasos sucios en la madrugada”, le espera otro libro de próxima publicación, del que también me gusta el título: “Viajes al fondo del precipicio”. Manolo D. Abad está curtido en mil oficios (en radio, prensa, televisión), y sospecho que su libro de relatos es la suma de intereses y disfraces de un jabato urbano que ama la música y la literatura. Leo en un perfil suyo que ha pinchado discos, además, en locales de ciudades que conozco y me gustan y por las que me he movido en los últimos años: Oviedo, Madrid, Ibiza, Zamora y Gijón. Pero existe otra conexión, en este caso con este periódico: Abad, entre otros medios, colabora con La Nueva España (que pertenece al mismo grupo editorial). El mundo es una red de conexiones, de casualidades, de vínculos, de parentescos, pero sólo ahora, gracias a la tecnología digital, gracias a los móviles, al correo electrónico y a las páginas web, advertimos esa sutil trama repleta de hilos cruzados.

sábado, septiembre 27, 2008

Otro cartel de Synecdoche, New York


Odio Barcelona. Edición de Ana S. Pareja



El sentido de la comunidad se configura, en alguna medida, en torno a una enemistad compartida. Para identificar a un colectivo, sea éste casual o establecido, basta con nombrar a su Némesis: el real Madrid, los pijos, "los violentos", el partido que le venga a usted a la cabeza cuando se usa la palabra "enemigo" en un contexto político. La pulsión agresiva contra el rival se postula, al menos desde Aristóteles, como un sentimiento compartido, noble y viril.
Eloy Fernández Porta


Cruce de caminos, nº 1


Ya está disponible el número 1 del fanzine Cruce de caminos. En él podréis encontrar textos de Javier García, Domingo López, Alfredo González, Alfonso X. Rabanal, Daniel Romero, María Turrero, David Murders & The Representatives of Evil, Alejandro García, El Kebrantaversos y Xurde Portilla. Asimismo, contamos, una vez más, con las ilustraciones de Sergio Jardón. Como siempre, los textos de la edición impresa estarán disponibles poco a poco en el blog.
[Extraído de Reza lo que sepas]

Esta tarde, en Barcelona


Zapping urbano

En el metro. Consigo un asiento libre porque no hay muchos pasajeros. En la siguiente parada, una mujer se sienta a mi lado. Estoy leyendo un libro y ella empieza a manipular su bolso. De tal manera que su codo derecho se pone encima del borde del ejemplar. Aparto el libro, molesto. Veo moratones y alguna cicatriz en su brazo. No la miro a la cara, pero por su brazo (con los cardenales) y su actitud (me está metiendo el codo encima y robándome la vista del libro e invadiendo mi espacio vital), sospecho que puede ser una yonqui apaleada. Dos paradas después se levanta, titubea y comenta: “Ay, si era mi parada… Ah, no, no era”. Vuelve a sentarse. “Perdona”, me dice. Ahora sí: la miro a la cara. No es yonqui. No es tan joven como pensaba. Es una señora a la que, a juzgar por cuanto dice y hace, quizá le falte un tornillo. “¿Sí?”, pregunto. Y me pide, escandalizada, que me fije en un chico que va en el mismo vagón, sentado en el suelo y con un macuto sobre las piernas. El tío tiene un fajo de billetes en la mano y está contando el dinero. No se sabe muy bien si acaba de cobrar o si acaba de robar. La mujer me dice, asombrada, con los ojos muy abiertos tras sus gafas de miope: “Uy, fíjate, a quién se le ocurre sacar tanto dinero aquí. Por lo menos llevará quinientos euros encima. ¡Anda, que como vaya alguien y se lo quite!”. La señora está preocupada por el chico. Y, tal vez, mire el dinero con avidez. A mí no me importa. Que cada cual haga con su dinero lo que le plazca. Pero le digo a ella: “Uf, sí, sí. Qué pasada”. Continúa la mujer: “Oye, ¿no te habré molestado al hablarte, verdad?”. En absoluto: “No, no, no se preocupe”. En ese instante se cierran las puertas tras detenerse el tren en otra estación y dice: “Ay, esta era mi parada”. Se levanta, espera junto a las puertas y empieza a hablar con el tipo de al lado: “Nos tendremos que tirar en marcha”, bromea. Sigo leyendo, pero descentrado. Por el joven que cuenta los billetes de un gran fajo y la señora que no está atenta a las paradas y habla con cualquiera.
En el cine. Estamos en la cola de los Cines Ideal, que es donde siempre veo a actores y a algún que otro escritor y periodista famosos. Delante hay un fulano con el que ya me tocó compartir la misma sala y sesión: un hombre de coleta gris y bastón y patillas. No sé si lo conté aquí ya. Cuando fui a ver “Planet Terror” por segunda vez, me tocó en la misma fila este señor (¿cómo olvidarlo?). Actuaba así: cuando había un gag en la película, callaba; cuando sucedía algo sin gracia o asesinaban a alguien o decían una frase seria, el tipo estallaba en carcajadas. Esa carcajada que incluso oyen en la sala más lejana. “¡Jaja, qué bueno!”, exclamaba. “¡Jaja, qué bueno!”. Estamos en la cola y pienso: “Es imposible que vaya a ver la misma película”. Pero sucede. Aunque se sienta lejos. La sala está llena y todo el mundo oye sus carcajadas porque van a destiempo: ríe cuando nadie lo hace, cuando no hay motivo. La película es “Vicky Cristina Barcelona”, en versión original. Si los actores dicen algo gracioso, no se despeina. Pero entonces un actor dice: “Oviedo”, y el tipo se descacharra a reír. Cada vez que alguien dice: “Oviedo”, se muere de risa.
En el supermercado. Voy a coger una bolsa de patatas. “No, no cojas esa”, me previene un tipo. Le miro, preguntándole sin palabras el por qué. Dice: “Mira: si te fijas, esa bolsa pertenece a este montón, y tiene otro precio. Lo hacen mucho. Así luego vas a pagar y resulta que son más caras. Y te la han jugado. Eso lo hacen con algunos productos. Fíjate en que esas que cogías cuestan más”. Y me lanza un speech sobre el tema. Y me importa un carajo. Pero algunas personas necesitan hablar.

viernes, septiembre 26, 2008

Cartel y trailer de Valkyrie


Linda King Bukowski & Carla Badillo


Carla Badillo sigue on the road, en su viaje por Estados Unidos, donde ha tomado contacto con los últimos supervivientes de la generación beat, donde ha conocido a Lawrence Ferlinghetti, Neeli Cherkovski, Jack Hirschman y Linda King Bukowski, entre otros. Y les ha enseñado Resaca / Hank Over, el ejemplar que unos cuantos le firmamos en la Feria del Libro de Madrid (cortesía del Kebran). No te pierdas las andanzas de Carla, Mujer en Tierra Firme.

La Sonrisa de Julia: Bipolar


Ya a la venta. Web oficial y MySpace.

Antes de la tormenta

Antes de la tormenta
las luces se apagan
las caras palidecen
el mundo alrededor
es una película antigua
rodada en blanco y negro.

La ciudad, marchita,
resulta más honesta.
Más auténticos
nuestros disfraces
de figurantes.

Luego, cuando pase la tormenta,
volverá a mentirnos la vida
en fastuoso technicolor.


Ana Pérez Cañamares, Qué nos han hecho. Edición de Lluís Pons Mora

DFW / Hermano Cerdo 21 / Sin Red 3

  • Sin Red, nº 3, septiembre '08: Textos de Varlam Shalámov, Íker Biguri, Mario Crespo, Domingo López y José Luis Cabrerizo, entre otros contenidos.
  • Hermano Cerdo, nº 21, septiembre '08: Textos de Zadie Smith, John Irving, Leonard Michaels, David Sedaris, entre otros. Incluye ilustraciones de Pablo Gallo.
  • El Boomeran: Nos regala el cuento (inédito en castellano) Buena gente, de David Foster Wallace, que aparece en la antología: Los mejores relatos. Narrativa estadounidense contemporánea, editada por José Luis Palacios y publicada en Venezuela.

Sanders

Tengo en casa una copia en dvd de “Eva al desnudo”. Me gusta más el título original: “All About Eve”. “Eva al desnudo” es una obra maestra. Creo que no admite duda. Hacía mucho tiempo que no veía esta película, el retrato de una trepa y de los personajes a los que machaca y traiciona con tal de alcanzar la cumbre. Para mí tiene uno de los más astutos e ingeniosos guiones de la historia. Cada réplica que sueltan los protagonistas abunda en veneno. Es un texto repleto de músculo, como una novela clásica. Y parte de un relato de Mary Orr, que Joseph L. Mankiewicz convirtió en una joya por la que obtuvo el Oscar. De este filme recordaba algunos diálogos y la mirada demoledora y entristecida de Bette Davies. La Davies llevaba un volcán en la mirada. Nunca me pareció guapa, pero pocas mujeres miraban como ella. Su primera aparición en la citada película es explosiva: está sentada a una mesa, observando con ironía y desprecio a la mujer del título, Eve Harrington, mientras ésta va a recoger un premio, y en su mirada se resume toda la película y su personaje. Esos ojos con los párpados enormes a media asta nos dicen que hay una historia oscura bajo la aparente candidez de Eve. El guión abunda en perlas, y me gustaría reproducir aquí algunas de las frases, pero no voy a hacerlo porque en el próximo párrafo quiero copiar un poema.
Sin embargo, no recordaba de la película uno de sus rasgos más notables, una de las razones por las que “Eva al desnudo” es la obra maestra que es: el personaje del crítico y columnista Addison DeWitt. Envarado, sibilino, inteligente, mordaz, dotado de elegancia en el vestuario, en las maneras, en los gestos, en los ataques verbales y periodísticos, tiene casi las mejores frases del libreto, en especial cuando desenmascara a Eve Harrington en el último tramo del filme. DeWitt está interpretado por un actor genial, George Sanders, quien ganó el Oscar por este papel. Nació en San Petersburgo, de padres británicos. Al día siguiente de revisar “All About Eve” estuve pensando en Sanders. ¿No había escrito Karmelo Iribarren un poema sobre el actor? Busqué en el último libro publicado por Karmelo, y, en efecto, allí estaba: un poema titulado “La nota de George Sanders”. Gracias al cual supe que Sanders se suicidó en tierras catalanas, concretamente en Castelldefels, una localidad en la que trabajó el escritor Roberto Bolaño como vigilante nocturno de un camping. Allí vivió, en los noventa, uno de mis amigos: recuerdo que pasé una semana en su piso, de visita, y que había varios gatos rondando por las inmediaciones del edificio. El poema dice así: “Me aburro en esta pocilga, / dejó escrito / en un pequeño papel / el actor George Sanders, / a manera / de último adiós. / Sucedió en un hotel / de Barcelona, / hace ahora algo más de treinta años. / Siempre que pienso en ello, / me imagino a la mujer / de la limpieza, / con la nota en la mano”. Me encanta este poema porque logra que nosotros también veamos o imaginemos a esa mujer que limpia, y su desamparo al encontrar la nota y leerla.
Buceando un poco por la red para saber más del tema, di con un artículo del director Jaime de Armiñán en El Comercio. Cuenta que entró en el hotel Don Jaime, en una ocasión, con motivo de un rodaje, y el conserje le dijo que sólo les quedaba una habitación: aquella en la que se había suicidado George Sanders. Armiñán dijo que mejor así. No dudó en alojarse en aquel cuarto. Sanders murió de una sobredosis de Nembutal. Dejó la nota, breve, metida en un sobre. Una pena, porque el mundo, del que se despedía en la nota, perdió a un hombre de talento grandioso. Basta con ver su trabajo en “Eva al desnudo”.

jueves, septiembre 25, 2008

Nuevo cartel de Quantum of Solace


Qué nos han hecho. Edición de Lluís Pons Mora



He disfrutado mucho leyendo de una sentada la antología preparada por Lluís Pons Mora. Además, en el índice tengo un montón de amigos. Qué nos han hecho. Poetas y poemas abarca textos de 15 autores. En el libro hay rebeldía, furia y romance, lucha contra el sistema y contra lo establecido. Son, todos ellos, poetas que escriben con el cuchillo entre los dientes. Como dice el propio Lluís en la introducción: ¿Qué nos han hecho para que tengamos que mover cielo y tierra cada vez que queremos hacer lo que nos da la puta gana? Agradezco a Ana Pérez Cañamares el envío de este poemario y, por ello, mañana colgaré aquí uno de sus poemas. [Pincha en la contraportada para ver la nómina de autores].


Cartel de Changeling


La nueva película de Clint Eastwood, que aquí se titulará El intercambio.

Esta tarde, en Oviedo


Variedades

Más sobre Zamora. Ya saben que tengo la manía de escribir varios días seguidos sobre un mismo lugar. Durante el viaje, en la carretera que conecta Madrid con la provincia, le explico a un amigo cómo enfoco yo los artículos. Le digo que sé que alguna gente me critica los artículos repletos de memoria y vivencias diarias porque casi nadie sabe nada del trabajo de otros columnistas a los que yo admiraba, y cuyo estilo me influyó. Le hablo, por supuesto, de Francisco Umbral y de César González-Ruano, de quien tengo los dos tochos que conforman el corpus de su “Obra periodística”, y que me costaron un pastón hace años. Son entrevistas, artículos, crónicas y reportajes para leer con calma, de vez en cuando. Me gustaba Ruano porque se metía en los cafés y en las tabernas y conversaba con la gente y recorría las calles de Madrid e inoculaba a sus textos la savia de la experiencia, de lo que había vivido y bebido, de lo que miraba, encontraba, olfateaba. Y por eso se palpa la vida, se palpa la gente y se palpa la ciudad en sus artículos. Y ese es precisamente el tipo de columna que a mí me gusta. Muy personal, muy literaria, muy centrada en el día a día y en la memoria.
En casa, tumbado en el sofá, después de comer, descubro que ponen en Televisión Zamora una obra maestra: “Grupo salvaje”, de Sam Peckinpah. Me dice mi madre que en Tv Za es donde programan las mejores películas. Que cuando quiere ver cine de verdad pone ese canal. No recuerdo cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que encontré “The Wild Bunch” en la televisión pública. Probablemente, un montón de años. Sólo veo unos minutos porque tengo la película en dvd y la estuve revisando no hace demasiado. Empiezo a leer las “Conversaciones con Woody Allen”. En las primeras páginas confirmo lo que esperaba: Allen tiene mucho que contar, y con gracia, mucho que decir. En el primer capítulo habla de las ideas que luego se convierten en películas. Él prefiere el drama a la comedia, y se siente más a gusto filmando dramas, pero no estoy seguro de que el público quiera lo mismo. La gente necesita reír. Aunque lo mejor del director en los últimos tiempos es, sin duda, “Match Point”. Y luego “El sueño de Casandra”, aunque pocos opinen lo mismo.
Nos sentamos en una terraza de Los Abuelos V, detrás de la Iglesia de San Juan. Es una tarde increíble de sábado. Hace calor, pero no demasiado. Unos metros más allá, en un escenario instalado en la Plaza Mayor, hay un concierto de bandas zamoranas. Cuando nos sentamos, en ese momento toca Klanghor, un grupo en el que tengo dos viejos conocidos: Manuel Pérez y Arturo Cepeda. Se trata de un acto incluido en el programa de “Las tardes del sereno”. Me hacen gracia las abuelas que se sientan a escuchar un directo de metal. Es la ventaja de los actos gratuitos de mi ciudad: que asiste todo tipo de público. Es la ventaja y, a veces, el inconveniente: como en el teatro, que la gente entra gratis y no sabe lo que va a presenciar y luego se duerme en la butaca o se larga hacia la mitad porque se aburre o la función no cumple sus expectativas. Veo por la calle numerosos ciclistas porque han abierto este verano un servicio de alquiler de bicicletas. Es lo que se ajusta a una ciudad como la nuestra: el uso de la bici. A mí me encantaría llegar a Zamora y apenas ver coches ni motos. Menos humo, menos ruido, menos peligro, menos gasto en combustible. Por las noches, en la ruta habitual de garitos, me reencuentro con amigos y conozco a algunas personas. Hablamos de la juerga en la ciudad. De lo mucho que disfrutamos.

miércoles, septiembre 24, 2008

Vicky Cristina Barcelona


No hay ninguna película de Woody Allen que me decepcione. Pueden gustarme más o menos, pero jamás me parecen malas (aunque él mismo es muy duro juzgando sus trabajos en el libro Conversaciones con Woody Allen). En los últimos años me fascina su capacidad para adaptarse a otros ámbitos y ciudades: la clase alta de Londres (Match Point, Scoop), los obreros ingleses (El sueño de Casandra) o, en el caso que nos ocupa, la visión del turista yanqui y la bohemia catalana. Aquí construye una comedia con toques románticos, repleta de poesía y de lugares exóticos. Javier Bardem es como un trueno en la película, pero Penélope Cruz es la tormenta al completo. Juntos hacen fuego en la pantalla, merced a sus interpretaciones y a los diálogos escritos por Allen. Barcelona y Oviedo resuenan mágicas en el filme, pero es la belleza de las actrices lo que cautiva a uno: Penélope Cruz, Scarlett Johansson y Rebecca Hall. Sin olvidar el magnetismo de Bardem.

Guardianes de la intimidad, de Dave Eggers


El gemido es el gemido de la impotencia. El gemido es la impresión ante el horror natural. Un desprendimiento de tierras. Una avalancha. Brutalidad. Una inundación. Machetes. Esta porción del aullido dice que no pensabas que algo pudiera sorprenderte o abrumarte, pero te han demostrado que te equivocabas. No creías, tras ver unos diez mil asesinatos en televisión más o menos, tras leer mucha historia, que algo pudiera atravesarte de punta a punta. Pero te han demostrado que te equivocabas. No querías que te lo demostraran.

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Hay cosas que sólo me pueden pasar a mí, maestro de la torpeza. En mi ciudad, de farra, tras nueve horas de acarrear una chaqueta por si en la madrugada hace frío, finalmente la pierdo unos minutos antes de necesitarla.

Mirador del Duero

A mediados de julio se inauguró en Zamora el Centro de Interpretación de las Ciudades Medievales. Acoge tres posibilidades, en tres espacios distintos: el mirador del Duero, las exposiciones temporales y el centro de interpretación. Fui a verlo con el tiempo justo: un recorrido de apenas diez minutos porque teníamos prisa. Mi madre insistió en que acudiéramos a visitarlo y yo fui gruñendo porque había quedado con mis amigos en la Plaza Mayor y no nos daba tiempo. En seguida me arrepentí de mis palabras y de mis gruñidos. Al entrar tuve que quitarme el sombrero, metafóricamente. El edificio es una maravilla. Se respira sosiego. Es el clásico sitio confortable. Hay lugares que nos erizan el vello de la piel cuando entramos en ellos. No sucede lo mismo con el C.I. Por si fuera poco, continuaba abierta la exposición titulada “Lo redondo es concreto”, de José Luis Coomonte (de la que recibí puntual invitación, pero no pude acudir el día de la apertura). Una muestra con piezas célebres de su repertorio. La Corona de Espinas hecha con rejas de arado, por ejemplo. O esas esculturas de hogazas de pan. Parecen panes auténticos. Cuando aún vivía en mi tierra, compartí tertulia con Coomonte en Radio Zamora durante muchos viernes. Marichu García nos lo propuso. Una tarde me senté a la mesa y había un pan de pueblo en el centro. Coomonte me dijo que lo probara. Quise partir un pedazo para degustar lo que parecía un manjar y entonces advertí que estaba hecho de escayola y no de miga. El artista suele ser un mago. José Luis es un mago. Disfruto de las piezas de la exposición, aunque a velocidad de vértigo porque se me hace tarde.
En el patio, en el piso de abajo, junto a las esculturas de Coomonte, en las que ha empleado diversos materiales, hay una higuera y un granado. Los higos están en su punto y probamos uno: la mayoría se está cayendo ya del árbol. Son deliciosos. Las granadas aún no han crecido lo suficiente como para reventar o para coger una y probarla. Hago algunas fotografías con el móvil. A mis espaldas, mirando hacia el cielo, hacia el fondo, diviso parte de La Catedral.
El momento más asombroso (y, para mí, inesperado) es cuando subimos al piso superior. Detrás de las salas donde cuentan parte de la historia de Zamora mediante vídeos, maquetas y demás, hay un mirador. Un punto extraordinario para observar mi rincón favorito de la ciudad, ese espacio inolvidable y compuesto de un paisaje seductor en el que caben el río, los dos puentes, las orillas, la carretera, los tejados de las casas próximas. Y el cielo y la luz, claro. Las aguas reflejan la otra orilla, los árboles y el Puente de Piedra, y parece un espejo cristalino y limpísimo. El Duero no está limpio a su paso por aquí, pero desde lejos y con esta luz de la tarde lo parece. Es mi vista preferida. Cuando vivía en la ciudad acostumbraba a sentarme en los miradores, en las tardes tristes de invierno, para gozar de esta estampa. Pero el mejor sitio que he encontrado es esta sala, dotada de un par de sillones y de grandes cristaleras y de una grabación sobre el río y su historia. Mientras contemplo el paisaje, uno de mis familiares dice que quiere vivir allí, en ese punto, con esta postal cuajada de enigmas y claroscuros. En uno de los cristales leo un fragmento de un poema de Raymond Carver, uno de mis escritores predilectos y cuyas obras releo de vez en cuando. Al principio me ofendo un poco porque creo que está mal escrito el nombre (pone “Raimon Carver”), pero de vuelta a Madrid me doy cuenta: es la manera de catalanizarlo. No olviden visitar este lugar y sentarse durante unos minutos en el mirador.

martes, septiembre 23, 2008

Los extraños


¿Hay algo más terrorífico que escuchar el estruendo de un puño llamando a tu puerta a las cuatro de la madrugada? Golpeando con violencia, con furia. En Los extraños aparecen personas que quieren colarse de noche en una casa. Van ataviados de máscaras. Es algo que sucede a menudo. La película está inspirada en hechos reales.
Es evidente que el director, Bryan Bertino, sabe cómo acojonar al espectador. Sabe lo que es el miedo. Se nota que se ha empapado del género y lo ha asumido bien (El resplandor, Funny Games, El orfanato...). Incluso cuenta con el beneplácito de Stephen King. Ve a verla, pero quizá luego tengas pesadillas.

Al parecer

al parecer no cagan
al parecer no pagan alquiler
al parecer no sudan

ni discuten de nada con la santa
ni se rascan el culo
ni fornican (hacen oh cielos el amor)

ni juegan con sus niños
ni se empalman con la vedet de turno
ante la tele

no tienen al parecer facturas
que pagar
ni multas ni iteuves ni impuestos
ni el día a día cabrón
(por no hablar de las noches)

muy de mañana escriben cosas como
éstas
“parásito de luz / fuego y más fuego”
mientras el mundo ha decidido dejar
la lotería
y probar suerte en la ruleta

rusa.


Pablo G. Bao, Corazón de ternera

Letra y puñal. Septiembre 2008


Mi colega Manolo D. Abad me manda este fanzine, en el que colaboran Inés Toledo, Ana Vega, Marta Sáez, Alejandra Sirvent, Susana del Llano, Rubén D. Rodríguez, David Suárez, Santiago Bertault, Dani, Aníbal del Valle y el propio Manolo, que estos días publica el libro Vasos sucios en la madrugada. Gracias, tío.

Un reparto excepcional

Cumplo mi visita mensual a la ciudad. Zamora me relaja: olvido los asuntos literarios, que sólo dan problemas y quebraderos de cabeza; me despego de internet durante un par de días; olvido el tráfico y el metro y el taxi y vuelvo a ver a algunas de las personas que hacía tiempo que no veía. La gente me habla del rodaje de la nueva película de Daniel Monzón, “Celda 211”. Como ya saben, se rueda en la antigua cárcel de las afueras de la ciudad. Esa prisión me daba miedo de niño. Sus celdas y sus muros causarán respeto en la película. En la infancia creía que todos los presos eran peligrosos y que muchos se fugaban de esa cárcel y se iban a recorrer la ciudad para matar a la gente, pero luego leí “Papillón” y mi visión cambió. Y, muchos años después, leí los poemas y relatos de David González y cambió aún más. “Celda 211” cuenta con un reparto excepcional. No sé si ya lo hemos dicho aquí, pero conviene repetirse en casos de esta índole: Luis Tosar, Marta Etura, Antonio Resines, Vicente Romero, Alberto Amman, Manuel Morón y Carlos Bardem, entre otros muchos.
Voy por los bares y la gente me habla de Luis Tosar y de Marta Etura, y de Carlos Bardem y Dafne Fernández. Los han visto por aquí y por allá. Los han visto en el Berlín y en el Ávalon. Todo el mundo está contento. Quienes viven en la ciudad me hablan de los actores y sus encuentros con ellos. Quienes son naturales de otras provincias, me hablan en sus e-mails de La Cueva del Jazz, del Ávalon Café, del Berlín. Me dicen: “Estuve una vez en Zamora y recuerdo tres garitos”. Estamos en el Ávalon, tratando de incendiar la noche, y entra en el bar un grupo de personas, de gente joven, animada y dispuesta a divertirse, y entre ellos reconozco a Luis Tosar y a Marta Etura. Dos de los mejores actores que ha dado este país, esta tierra tan cruel y desagradecida con sus intérpretes, a los que sólo reconocen sus méritos cuando los fichan en el extranjero. Los miro de vez en cuando. Los observo porque los admiro. Nunca olvido una de las películas que hicieron juntos: “La vida que te espera”, de Manuel Gutiérrez Aragón. Una historia de amor en un pueblo, con homicidio incluido. Todo el mundo reconoce a Luis Tosar. No olvidemos que incluso el gran Michael Mann se fijó en él y le dio el papel de narco en “Miami Vice”. Pero donde a mí me enganchó fue en uno de sus primeros trabajos: “Flores de otro mundo”, con guión de Icíar Bollaín y Julio Llamazares. Recuerdo que me asombró su trabajo y pensé: “¿Quién demonios es este tipo? Es muy bueno”. Tiene una presencia magnética, muy poderosa. Cuando se pone ante la cámara, se come la pantalla. En cambio, a Marta Etura aún no la conoce tanta gente. A pesar de “AzulOscuroCasiNegro”, donde está fantástica. A pesar de “Las 13 rosas” y otros títulos. En mayo fui a ver “Casual Day”. Un gran filme en el que intervienen ambos, y al que sólo se le puede reprochar que ella saliera sólo al principio. Si no conocen sus trabajos, yo empezaría por la “La vida que te espera”.
Tengo ganas de ver la película. Tengo ganas por muchos motivos. Entre ellos, que Monzón siempre da un toque diferente. Le gusta el riesgo, innovar. Quiero verla por el reparto. Por la cárcel cuyos muros me daban miedo, de niño. Porque encontraré un montón de caras conocidas de mi ciudad entre los extras y los secundarios. Porque la banda sonora es de Roque Baños. Porque se ha rodado donde me crié y Zamora necesita más rodajes como éste. Estoy de paso en la ciudad y veo en mi bar de cabecera a Tosar y a Etura y ya me puedo dar por satisfecho, aunque algunas veces los encuentro por Madrid, cerca de donde vivo. El fin de semana ha merecido la pena.

lunes, septiembre 22, 2008

Neeli Cherkovski & Carla Badillo



Nuestra amiga Carla Badillo posa junto a Neeli Cherkovski, biógrafo oficial de Charles Bukowski, con un ejemplar de Hank Over en la mano. Más, en este post de la Resaca.

Sin Red: Gran Círculo Cultural de Internet


Supe de la existencia de Sin Red gracias a Mario Crespo, que lo anunció en su bitácora. Pero ese día no entré en la página y pospuse la visita. Anoche la visité y me llevé unas cuantas agradables sorpresas (sobre todo, porque hay colaboraciones de amigos), entre ellas encontrar uno de mis artículos. Desde aquí, mi gratitud a los responsables, lo cual hago extensible a todos aquellos blogs donde voy encontrando textos de mi cosecha. Muchas gracias.

San Sebastián: El patio de mi cárcel



Hoy se estrena, en la Sección Oficial del Festival de Cine de San Sebastián, la película El patio de mi cárcel, de Belén Macías, una de cuyas protagonistas es Violeta Pérez (en la foto superior), a quien conocimos en un par de actos literarios de Madrid, entre ellos la presentación de Hank Over en Fnac. En este post de David González se puede leer una entrevista con ella. Deseamos suerte a todo el equipo, y en especial a Violeta.

Resistencia y vocación

La editorial Navona se ha propuesto rescatar al escritor Erskine Caldwell, hoy un poco olvidado en España, y de algún modo ese también es mi propósito. Como conté aquí unas semanas atrás, Caldwell tiene en “El camino del tabaco” su novela más célebre. La tomé prestada en su momento en la Biblioteca Pública de Zamora (en mis raros momentos de fantasía, me convierto en el dueño único y exclusivo de esta biblioteca, y la cierro al público y al mundo, y destino sus libros a mis lecturas y a las de unos pocos amigos, como si hubiéramos entrado en la cueva del tesoro para apropiarnos de sus riquezas: perdonen la digresión). Por fin pude comprarla unos días atrás, reeditada, y la leí en una tarde. Es magnífica, brutal, muy dura. No hay un personaje que carezca de una tara, de un pecado, de un aire de maldad. Y todo proviene del hambre y el analfabetismo. Encontrarán en mi bitácora otros datos al respecto.
“La parcela de Dios” es otro de los libros que Navona ha reeditado. Lo leeré en breve. Antes me propuse hacerme con un ejemplar de las memorias literarias de Caldwell. Gracias a Iberlibro me hice con una copia. Entre gastos de envío y demás me salió por veintiún euros. Mi ejemplar está marchito, con las páginas amarillas por el sol y por el tiempo, y huele a librería de viejo, y la edición es algo rudimentaria, de la Editorial Lumen a principios de los setenta. Pero, pese a esos inconvenientes, merece la pena. Supe de la existencia del libro gracias a Félix Romeo, que habló del mismo en el suplemento cultural de Abc. Se titula “Llamémosle experiencia”. No son unas memorias al uso, y tampoco lo son las de J.G. Ballard, “Milagros de vida. Una autobiografía”, que leí la semana pasada. Caldwell destina casi todas las páginas a hablar de su forja como escritor. Sus comienzos. Los trabajos sucios en los que se metió para ir tirando. Los años de rechazos editoriales (coleccionaba las frías notas de los editores). Sus viajes, cargado con una pesada maleta repleta de manuscritos inéditos (relatos, ensayos, novelas cortas) y con otra que contenía su máquina de escribir, porque eran otros tiempos y aún faltaban muchos años para conocer la bendición de los portátiles y de los discos. Los días grises y solitarios en los que escribió “El camino del tabaco”, comiendo lo justo para sobrevivir. Su labor de guionista de Hollywood, que le permitió ganar mucho dinero y escribir muy poco (y Caldwell odiaba no escribir).
En sus comienzos en un periódico, después de trabajar a destajo durante siete semanas, pidió dinero al director y propietario, y éste dijo que no pensaba pagarle ni un centavo por enseñarle el oficio. En cierta ocasión, aceptó la propuesta de una revista: escribir críticas literarias. La revista le enviaba los ejemplares de las novedades. No le pagaban. Lo único que sacaba a cambio eran libros gratis y la posibilidad de publicar sus reseñas en una revista de poca difusión. Dos años después de aceptar, había reunido dos mil y pico ejemplares. Caldwell abandonó ese puesto y, dado que la carga de papel le impedía continuar sus frecuentes viajes y ajustarse a su condición de escritor nómada, abrió una de las librerías más insólitas del mundo para venderlos: una librería de sólo dos mil ejemplares, publicados entre 1926 y 1928, sin reponer existencias. Las nuevas generaciones, aquellos que comienzan ahora a escribir sus primeros textos literarios y periodísticos, deberían leer estas memorias, aunque son difíciles de encontrar. Comprobarán que la resistencia, la vocación y el trabajo duro lo son todo. Comprobarán que ciertas cosas no cambian. Valen más estas páginas que todos esos manuales y mamotretos que nos hicieron estudiar sobre la escritura.

domingo, septiembre 21, 2008

Más carteles de Burn After Reading






Mañana, en Madrid


Videovigilancia

Según una noticia del jueves pasado en la prensa, el Ayuntamiento de Madrid pretende instalar cámaras de videovigilancia en el barrio en el que vivo, al igual que hicieron en otras zonas, como la polémica calle Montera y la Plaza Mayor. Los vecinos y los comerciantes están de acuerdo, cuentan en el texto. Se cree que la zona mejorará. Que el Ayuntamiento pretende, gracias a esta medida, “rebajar los elevados índices de delincuencia y degradación”. Y se comenta algo que ya he escrito algunas veces en este espacio: que el número de delitos y broncas ha disminuido, merced a las patrullas diarias de policías en moto, en coche, en furgón y a caballo. Al menos en la zona centro del barrio, en la confluencia de calles que van a dar a la plaza.
Con la videovigilancia pretenden rebajar los delitos. Discúlpenme, pero no creo que eso sea tan fácil. Paso a menudo por Montera y, pese a las cámaras y a la comisaría de policía inaugurada en esa calle, aún veo gente de mal vivir por allí. Chulos, borrachos, prostitutas (que son las que menos daño hacen, digan lo que digan: su único cometido es estar paradas en las esquinas y apoyadas en los árboles). En la visionaria película “Minority Report”, de Steven Spielberg, los policías cuentan con un sistema de control que predice el futuro y les sirve para cazar a los criminales, apenas unos minutos antes de la comisión de sus delitos. Esta situación influye en el crimen, pero la seguridad no es absoluta. Los criminales, a pesar de saberse vigilados y de conocer estas predicciones, continúan asesinando a la gente. Y el exceso de control arrastra incluso al protagonista hacia los errores del sistema. El ser humano, las más de las veces, actúa por impulsos. Vean, si no lo creen, algunos casos. Las cámaras de vigilancia instaladas en el metro no impiden que un nazi humille o apalice a una chica extranjera cuando le da la vena. No impiden que las pandillas se vean envueltas en cruces de caminos en los que explota la violencia y salen los fierros y las porras a relucir. No impiden que, en las comparecencias callejeras de algunos ministros, los ofendidos arrojen objetos o traten de partirles la cara. Las cámaras de vigilancia no impiden que la gente siga atracando, asesinando, arrasando. Al tipo que explota, muchas veces le traen sin cuidado la policía, los juzgados, la cárcel o las cámaras. La única ventaja de esas cámaras (pero esto es una opinión muy personal) es que, aunque no eviten ciertos delitos, pueden ayudar a identificar a los culpables. Un tío atraca a una señora, le quita el bolso y le da un navajazo, si ella opone resistencia; al revisar las grabaciones, se puede identificar, perseguir y detener al fulano, pero nada ha impedido que la señora sea robada y herida. No creo, pues, que sirvan para prevenir, sino para ayudar a pescar a los culpables.
Las cámaras se van a instalar en las zonas de mi barrio quizá menos peligrosas (una de ellas se instalará en la calle en la que vivo). ¿Por qué? Supongo que quienes protestan viven en las calles céntricas y no en las menos marginadas. Y los políticos hacen caso a quienes votan, a quienes protestan. Tiene en cuenta, pues, la opinión de la mayoría: de los blancos, de los españoles. Por eso, sospecho, se vigilarán ciertas zonas y no otras, más empobrecidas y conflictivas. Debemos tener en cuenta, también, y pese a que los vecinos de los barrios vigilados estén conformes con la medida, que nos acercamos peligrosamente a una sociedad tan vigilada, controlada y observada, que, si antes teníamos un pie en el mundo descrito por George Orwell en “1984”, pronto vamos a tener los dos metidos en lo que llaman la “sociedad orwelliana”, o sea, un régimen totalitario. A saber: El Gran Hermano Te Vigila.

Dos nuevos carteles de The Spirit



Zapping

Durante la semana no encuentro en la cartelera ninguna película que me atraiga, o ya he visto todo lo que quería ver. Por las noches miro la televisión. Y leo. La tele no me entusiasma cuando faltan las series y los programas que la hacen más tolerable: “House”, “Friends”, “Me llamo Earl”, “Muchachada Nui” y algunos más. Aún queda el alivio de “Los Simpson”. De “Los Simpson” sale en breve la traducción de un libro que relaciona los personajes con la filosofía. Homer Simpson es un pensador de bar. Su hija, Lisa, es quien proporciona la sustancia filosófica y el sentido común, el único personaje imprescindible según Eloy Fernández Porta, quien añade en su artículo sobre el tema: “Esta sucesión de pifias y calamidades no podría sostenerse narrativamente de no ser por esa conciencia racional, cívica y tocada con collar de bolas que pugna por sobreponerse a la sinrazón de sus mayores”. Para Eloy, “Los Simpson” es “crítica cultural punk”. Estoy de acuerdo. Veo capítulos nuevos de la serie. Son magistrales. Quizá sea la única serie de la historia que mejora con el tiempo. Los guionistas son cada vez más ácidos. Las situaciones, más absurdas. La animación supera con creces los orígenes de los dibujos. En uno de los últimos episodios, una parodia sobre el jazz me provocó la mayor carcajada del año, pero supongo que no todo el mundo la comprenderá. El chiste consistía en un cartel colocado a la puerta de un garito, y decía (cito de memoria, con los consiguientes errores): “Concierto benéfico de jazz. Duración: ocho horas. Se tocarán dos temas”. Veo “Los Simpson” en Antena Tres y en Antena Neox. A menudo, en inglés con subtítulos en castellano. Las voces del doblaje son exactas a las del original, salvo la de Homer, que no se parece nada. Nuestros padres tuvieron la filosofía existencial de Ingmar Bergman, que era un genio. Nosotros tenemos a Matt Groening, que es filosofía con humor.
Veo de refilón un reportaje sobre Andrés Pajares y Fernando Esteso, otrora reyes de la taquilla. Estoy leyendo y, de vez en cuando, levanto los ojos del papel y presto atención. El programa dura dos horas con anuncios. Como si, en vez de la comedia burda de destape de los ochenta, hablaran del cine de John Ford. Yo creo que no daba para tanto, y fue un desfile de pechugas. Alguien dice que hicieron reír a miles de españoles. Sí, no se puede negar. No niego que alegraran la vida a tantos ciudadanos que salían de la represión, de la oscuridad y de la censura, ni que sean una pareja clásica. Pero yo no veía sus películas. Vi dos o tres y no me gustaron. Me pillaron a una edad difícil: en aquella época era fan de otra pareja cómica, Terence Hill y Bud Spencer. Estos, en vez de palpar senos, repartían sopapos y collejas. Tras el reportaje, me retiro. Con sensación de pena, pues, aunque no fuera seguidor de Pajares y Esteso, es una lástima su declive. Pero, citando al Joker de Heath Ledger: “I believe whatever doesn't kill you simply makes you… stranger”, que aquí tradujeron como “Lo que no te mata, te hace… diferente”. Me gusta más el término original: extraño.
Hay una verdad sobre la televisión: cuantos más canales tienes, cuanta más oferta, menos calidad. Se lo oyes decir por ahí a la peña: “Tengo cincuenta canales, pero casi todos son una basura”. A mí no me viene tan mal. Puedo ver la repetición de “Los Simpson”. Puedo entrar en Kiss Tv, que sólo pone videoclips, y olvidarme del mundo mientras escucho su música y leo o hago labores caseras de maruja. Puedo ver programas raros, documentales, anuncios impactantes o películas bodrio: cualquier cosa antes que los telediarios, con su abuso de tópicos.

viernes, septiembre 19, 2008

Cartel de Revolutionary Road



¿A qué esperan para reeditar la estupenda novela de Richard Yates en que se basa, Vía revolucionaria? La leí hace años, prestada de la biblioteca, y quiero comprarme un ejemplar.

Llamémosle experiencia, de Erskine Caldwell


A mi juicio, una de las lecciones importantes que aprendí, durante aquellos primeros años, fue que mi mejor maestro, el que más constantes enseñanzas me proporcionaría, sería la vida en sí misma. Si queréis, a eso podemos llamarle experiencia. Sin embargo, sea cual fuere el nombre que le demos, eso es lo que, desde entonces, he buscado sin cesar.
***
No albergaba la intención de dedicar mi vida al periodismo, pero trabajar en un periódico significaba escribir, y eso era lo que yo quería aprender.
***
Estos relatos, por muchas veces que los escribiera, me fueron siempre devueltos, por lo general sin comentarios, y con inalterable prontitud. Recibí tantas notas de no aceptación, y tan interesantes por su variedad, que comencé a coleccionarlas, conservándolas pegadas a las hojas de un álbum para sellos. El único consuelo que me proporcionaron a lo largo de muchos años fue el de imaginar la magnífica hoguera que con ellas haría en cuanto un semanario me aceptara y publicara un relato mío.

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Escribo. Llaman al portero automático. Me levanto a responder: “¿Sí?” Me dice una voz rota, desgarrada: “¿Joaquín?”. Digo: “No, te has equivocado, aquí no vive ningún Joaquín”. Insiste: “¿No vive ahí Joaquín Sabina?”. Me río, pero noto que va en serio, que a él no le hace gracia, tiene voz de tipo molido. “No, aquí no vive”. Sigue: “¿Y en qué piso vive?”. Digo: “En este edificio no vive. Creo que es más arriba, por la zona de arriba”. Él: “Tiro para arriba, ¿entonces?”. Yo: “Sí”. Él: “¡Joder!”. Si me contaran estas cosas, no las creería. Debo tener imán.

Diagonal: Entrevista a David González


La poesía, en internet, es, ciertamente, la literatura más democrática, y hasta me atrevo a decir que gracias a internet la poesía ha experimentado una especie de resurrección, sobre todo la más comprometida socialmente. Es democrática en el sentido de que cualquier poeta o aspirante a poeta puede abrir una web personal y dar a conocer sus propios poemas, o bien confeccionar una revista de literatura digital y dar a conocer voces silenciadas por el sistema. La escasa o nula credibilidad que goza hoy por hoy la mayor parte de la crítica especializada en poesía y las herramientas que pone a nuestra disposición internet fomentan hasta lo indecible la autoedición. Ahora bien, también puede traer consigo una degeneración en la calidad de la poesía o, lo que es peor, fomentar la aparición de minúsculos grupitos que orbitan alrededor de tal o cual blog. Sin embargo, esta democratización es también aparente, porque cuando las grandes editoriales entren a saco, como ya lo están haciendo, a través de páginas webs personales, se comerán a los internautas poéticos independientes. A pesar de todo, para mí, personalmente, y supongo que para otros autores que nadan a contracorriente de la cultura oficial, esta democratización de la poesía gracias a internet nos ha venido de puta madre para que nuestros textos sean conocidos cada día por nuevos lectores, con lo que espero, deseo, que esta inesperada democratización de la poesía siga como hasta ahora : en progresión geométrica.
Entrevista completa: aquí.

Acceso a las bases de datos

Una de las bendiciones de internet es que nos permite la consulta on line de bases de datos que, sin el recurso de la red, tendríamos que buscar en otra parte, en bibliotecas, en archivos, en hemerotecas. Antaño, antes de la era internet, cuando quería comprobar algún dato relacionado con una película y la memoria me fallaba o era culpa de la ignorancia, para solucionarlo debía sumergirme en mis viejos números de Fotogramas y pasar páginas y páginas y perderme en montones de papel. Era todo muy engorroso y me hacía perder el tiempo. Hoy basta con entrar en ese templo enciclopédico que es la IMDb (mi página de inicio desde hace años) y teclear algún nombre o un título para meterse en esa base de datos que nos soluciona las dudas en un momento.
Otra de las ventajas, para mí, es la relacionada con las bases de datos de libros. Con los libros que se han traducido aquí. Con los que se han publicado. Con los que venden en las librerías o sólo tienen ya, de saldo o a precio de oro, en las librerías de viejo. Me interesan los libros que recopilan artículos y ensayos. Si son muy literarios, el autor no cesa de propagar su saber en ellos, y menciona en cada página un amplio abanico de obras y de escritores y de películas y de directores y de discos y de músicos. En otro tiempo, antes de internet, apuntaba todos esos títulos y nombres en un papel. Por ejemplo, los libros que recomendaba tal o cual escritor en su compendio de artículos. Y cada día, con la hoja en la mano, me iba a la Biblioteca Pública si estaba en mi ciudad, Zamora (o a la Casa de las Conchas, si estaba en Salamanca), y repasaba los anaqueles a la búsqueda de esos títulos. Para comprobar si los tenían (y solían tenerlos: las bibliotecas zamoranas tienen un catálogo envidiable, afortunado y variadísimo), para echar un vistazo a sus páginas y leer unos fragmentos, para saber si quería comprarlos o, por el contrario, no me interesaban tanto como había supuesto. Y estaba la posibilidad de ir a una librería y encargarlos, y esperar una semana a que los recibiesen. Y el tiempo pasaba, y se me iba el rato en ir cada día a la biblioteca sólo para consultar ejemplares que luego, probablemente, ni siquiera iba a leer.
Y ahora les contaré cómo he leído la semana pasada el magnífico nuevo libro de Enrique Vila-Matas, “Dietario voluble”. En cada página de estas notas y reflexiones, el escritor cita y enumera y recomienda las obras de varios autores. Y no todas están publicadas en España, porque Vila-Matas lee también en otras lenguas y no sólo se apacigua con las traducciones. Algunos de los títulos mencionados ya los conocía: los había leído, o están en mi biblioteca aguardando el momento justo, o no me interesaban. Pero otros muchos no. Y sentía la necesidad de saber más: si había traducción, qué editoriales se habían ocupado de publicarlos, dónde podría comprar ejemplares, a qué precio estaban, si había reediciones o no. Con el ordenador conectado a la red, cada pocos minutos me levantaba del sofá e iba a la base de datos del ISBN y a los archivos de algunas de las librerías que suelo consultar a menudo. En unos segundos había solucionado las dudas y sabido si guardaban una copia de tal o cual libro en tal o cual librería. De tal manera que este tipo de lectura (de artículos literarios, de ensayos, de anotaciones) se convierte en algo dinámico, interactivo, con búsquedas constantes por internet y consultas frecuentes. Me hace ganar tiempo. Porque, si el libro está traducido y me interesa, sólo tengo que ir a buscarlo. A tiro fijo. Sabiendo dónde lo tienen y cuánto cuesta. Y ganar tiempo es un lujo.

jueves, septiembre 18, 2008

Portadas exquisitas


Leather Maiden: A Novel, de Joe R. Lansdale. Inédita en España.

Cuestión de formas

Tantas formas
hay de vivir
como de morir.

Pero sólo una
de sobrevivir:

Resistiendo.



Pablo Casares, Notas a pie de vida

Carteles y trailer de Synecdoche, New York




La primera película dirigida por el guionista Charlie Kaufman. Trailer: aquí.

112

Paseo por las librerías. Por curiosidad, y como llevo haciendo mucho tiempo, echo un vistazo a los anaqueles donde están los autores de la next generation (Chabon, Lethem, Sedaris, Foster Wallace, Johnson…), por si acaso hay algo nuevo o se han reeditado en bolsillo. Por primera vez veo huecos donde deberían estar los libros de DFW (genio, divertidísimo y a veces algo pedante). Se han agotado. Y, en Amazon.com, “La broma infinita” está en el nº 13 de la lista de los más vendidos. Siento alegría y siento tristeza. Sobre todo tristeza. Y, sí, también algo de rabia. Porque sé que yo, de no haber leído antes a DFW, hubiera hecho lo mismo: buscar sus palabras.

A diario

Madrugada del viernes al sábado y estábamos por ahí, en Huertas, bebiendo cócteles, soportando la chapa de quienes, a la puerta de los garitos, insisten en invitar a unos chupitos si pagas la entrada que da derecho a una consumición. Uno de esos ganchos insistió en que entráramos al bar de karaoke para el que trabajaba. “Al menos se echarán unas risas”, dijo. Es cierto. El karaoke siempre viene bien para escuchar al personal tratando de tomarse en serio a sí mismo mientras canta y un público beodo aplaude. Entramos. La atmósfera estaba muy cargada de humo y de calor. Aquello parecía un tugurio clandestino. No lo era. Sólo se trataba de un bar sin ventilación y sin prohibiciones de fumar y sin extractor de humos. La clientela estaba formada por chavales. Nos dimos media vuelta antes de apoyar los codos en la barra.
En Huertas cierran pronto. Los mismos fulanos que habían insistido en que entrásemos en sus locales, nos negaban ahora la entrada porque iban a chapar. Yo recomendé que fuéramos a Lavapiés, porque dos o tres bares cierran más tarde. No me hicieron caso porque es mi territorio y suponen que juego con ventaja: es decir, que sólo tardo dos minutos en entrar en la cama si me canso de la farra. En Huertas acabamos entrando en un garito en el que nunca habíamos estado. El tipo de la puerta era una parodia del director de cine Robert Rodríguez. Ya saben: botas de cowboy, sombrero yanqui dos tallas más grande, etcétera. Alguien le preguntó qué ofrecían allí dentro, y si merecía la pena pagar la entrada. El fulano respondió: “Ahí dentro podéis encontrar mamoneo y cerveza. La música varía: puede abarcar desde Bisbal hasta Extremoduro. Lo que os toque”. De Bisbal a Extremoduro hay un trecho inabarcable, tan grande, que sólo por aquella frase digna de un programa radiofónico merecía la pena entrar en el local y ver qué podía suceder. No haría falta que lo explicase, pero por si acaso: yo soy de Extremoduro, no de Bisbal. El garito no nos gustó. Había mucha chiquillería (o quizá ya nos sentimos viejos en cualquier local en el que no se vean canas y calvicies), mucha mezcla imposible en los adornos de las paredes. Por meterte allí te soplaban cinco euros. Pero a cambio del ticket, en la barra, daban una copa. El sitio abunda en contrastes. Por ejemplo: por los altavoces sonaba rock duro, pero en una pantalla gigante de televisión habían sintonizado un canal de videoclips latinos y, en efecto, aparecía Bisbal meneando el esqueleto. Un portero tan raro sólo podía custodiar la entrada a un garito raro. Demasiada gente extraña se encuentra uno a diario.
Al día siguiente tomábamos una caña en una cafetería de Alonso Martínez. Un lugar de ventanales muy amplios. Junto a una de esas ventanas, sentadas a una mesa, había tres mujeres, tomando café. Al otro lado del ventanal, en la acera, se paró un viejete desdentado y desaseado. No supe muy bien si estaba loco o si era un indigente, o ambas. Se detuvo al otro lado del cristal y, con sonrisa verde, maliciosa y sicalíptica, se dedicó a mirar el escote de una de las mujeres y, creo, a relamerse un poco. Una situación grotesca. Las mujeres se dieron cuenta, pero el hombre no se iba, pegado al cristal, y para colmo hizo un gesto con la mano, de adelante hacia atrás, para expresar el acto de masturbarse. Gente muy extraña. Al día siguiente, en una sala de cine de Montera, en cuyas esquinas no faltan las fulanas y sus chulos, nos tocó en la misma fila un tío que estuvo hora y cuarto merendando y haciendo ruido con las bolsas: latas, hamburguesas, de todo. Hora y pico comiendo. Me pregunto por qué no fue a merendar a los jardines del Retiro. Se encuentra uno con gente rara a diario.

miércoles, septiembre 17, 2008

Milagros de vida. Una autobiografía, de J.G. Ballard


1 - Ballard, siempre visionario y precursor, no podía escribir unas memorias al uso. Por eso abarcan sólo 236 páginas, la mayoría muy interesantes (su descripción de las calles de Shanghai en la infancia, pobladas de mendigos, prostitutas y mafiosos; sus relaciones con otros escritores; la semilla de donde brotan sus textos; sus reflexiones sobre ciencia ficción, surrealismo y cultura pop), y otras no tanto (en general, las relativas a la familia, porque Ballard es un hombre recto y no hay asomo de morbo ni escándalos en su vida familiar).
2 - Así, el autor salta de un año a otro con facilidad, quedándose sólo en lo importante y olvidando lo accesorio. La primera parte transcurre en China. La segunda en Inglaterra. En la primera está su formación (el lujo, la guerra, el campo de concentración). En la segunda está su paso a la juventud y de ahí a la madurez (la familia, la literatura, los estudios). Ballard va al grano. De sus obras sólo menciona algunas, quizá las más importantes: El mundo sumergido, La exhibición de atrocidades, Crash, El Imperio del Sol y La bondad de las mujeres. Tampoco debemos olvidar que el escritor se está muriendo de cáncer, y de ahí la necesidad de matizar, de resolver rápido una vida.
3 - Uno de los mejores fragmentos es este: En los últimos años La exhibición de atrocidades parece estar surgiendo de la oscuridad, y me pregunto si el uso extendido de internet ha hecho que mi novela experimental sea mucho más accesible. Los párrafos cortos y las interrupciones de los correos electrónicos, los textos solapados y la necesidad de desviar la atención entre temas inconexos crean un mundo fragmentario muy similar al texto de La exhibición de atrocidades.

Citas. 93



Primero tienes que morir, y cuando estás muerto, te clasifican. Lo primero que tienes que hacer es morirte.
Louis-Ferdinand Céline, The Paris Review. Entrevistas

Lista wip: David González & Vicente Muñoz Álvarez


Ellos saben cuánto me alegro de su inclusión en la Lista Wip que elabora el Grupo Prisa. Más información al respecto en Sigo sin querer ir al cielo y Hank Over. Enhorabuena: si alguien se lo merece sois vosotros. Por talento y por currar a destajo.

7 agosto: La oveja negra




Ya he recibido de Argentina la publicación gratuita La oveja negra, donde sale uno de mis cuentos breves (de muestra, un par de hojas). Copio y pego la información:

La oveja negra está en: librerías Antígona (de la Cooperación, Corrientes 1543 y Las Heras 2597), C.C. España en Bs. As. (Florida 943 y Paraná 1159), The Coffee Store (CC Borges) City Bar de Maipú 380 y kiosco de diarios Florida 800 esq. Paraguay.

Solicítelo vía e-mail a: cuentoshiperbreves@yahoo.como.ar

Muy agradecido.

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En “La oveja negra” encuentro el que quizá sea el mejor microrrelato que he leído nunca. Su autor es Mario Goloboff, se titula “Tango” y dice así: “Aquel hombre bebió para olvidar a la mujer que amaba, y la mujer amó para olvidar al hombre que bebía”.

Más popular que cultural

Sí, me gusta Madrid. Pero no consigo que me guste La Noche en Blanco. Se celebró en la noche del sábado hasta desembocar en la madrugada del domingo. En la edición del año pasado salí a la calle y estuve en un concierto en la zona de Tribunal, y participé en un botellón, y diluvió durante un rato y la multitud se refugió en un portal, y ya no recuerdo qué escribí al respecto, pero seguramente hablé de mi desencanto de esa noche que se prevé mágica y termina siendo un latazo, un paseo por el agobio de las masas y por calles donde hiede a orín y a cerveza derramada porque, en el fondo, a la gente lo que le interesa no es la cultura, sino salir de fiesta y quemar la madrugada. Lo del programa de La Noche en Blanco sirve de excusa para los chavales, como suele hacerse en Semana Santa: “Oye, mamá, que salgo con los amigos. Que vamos a La Noche en Blanco y hay muchos actos que ver”. De ahí se va al supermercado y se compran litronas y se bebe en la calle mientras las familias y los curiosos dan vueltas por ahí, a ver qué hay, a ver dónde meterse o qué observar, siempre que la entrada sea gratuita y no se aburra el personal. Súmalo todo y esa es La Noche en Blanco.
Lo único que me fascinó fue ver el Paseo de Recoletos cortado al tráfico, con la carretera llena de gente, como si fuera noche de Jueves Santo en mi ciudad. Parejas, pandillas, matrimonios, niños, bebés, ancianos. Todo el mundo en la calle. Para llegar allí tuvimos que coger el metro, y el metro en esa noche está imposible: hay retrasos y los vagones aparecen repletos de carne, de cabezas y de manos que se sujetan a la barra. En la Plaza de la Cibeles sonaba por los altavoces una performance: se oían besos. No sé si escuchar el ruido de los besos es muy cultural. ¿Usted qué opina? A mí me cuesta afrontar las performances, no estoy hecho para ellas. Tras recorrer el Paseo de Recoletos entramos en la Calle de Alcalá porque, decían, un funambulista iba a cruzar por un cable tendido entre el Instituto Cervantes y el Círculo de Bellas Artes. A quien no haya estado por allí esa noche sólo le puedo hacer entender cuánta gente había de este modo: ¿recuerdan las manifestaciones contra la guerra o contra el terrorismo que causó el once de marzo? Un océano de cabezas. Vías cortadas al tráfico y tomadas por el pueblo, que las llena de punta a punta. El paseo por las alturas estaba previsto para la una. A la una y diez ya nos habíamos aburrido porque el hombre no salía. Mientras tanto, les conté a mis amigos la hazaña de Phillipe Petit, que un día de agosto del setenta y cuatro puso un cable entre las torres gemelas del World Trade Center y cruzó haciendo equilibrios, en una travesía por los cielos que duró unos cuarenta y cinco minutos. Supe de esta historia hace un año, o así, porque Petit escribió una obra titulada “Alcanzar las nubes” y porque se ha rodado un documental y hay fotos al respecto. Pero tenía la hazaña reciente en la memoria porque la cuenta Enrique Vila-Matas en su último libro.
A la una y veinte decidimos marcharnos. Cuando intentábamos salir de ese mar de personas, por los altavoces sonó la voz de un tipo. Dijo que el funambulista no iba a cruzar porque hacía mucho viento. La gente se decepcionó. Salir de allí, metidos entre la masa, se convirtió en un paseo lento y colmado de agobios y de apretujones. Caminamos un poco por ahí. Lo dijo el zamorano Mario Crespo en su blog: esto fue “más popular que cultural”. Demasiada gente. Demasiado caos y bullicio. Peleas, litronas, orín, euforia, ambulancias y policía. Y familias. Hubo luna llena y se notó. Mucha gentuza por las calles. Fulanos con ánimo de gresca. En el aire olía, no sé si decirlo así, a peligro. Las noticias del día siguiente lo confirmaron.

martes, septiembre 16, 2008

El camino del tabaco, de Erskine Caldwell


He releído El camino del tabaco. Hay pocas novelas tan duras, tan brutales, como ésta.
Repasemos a los personajes. Una familia destrozada por el hambre, la pobreza y el analfabetismo. Un padre que casa a su hija de doce años con un tipo, a cambio de unos dólares y unas mantas. Una madre sin dientes, adicta al tabaco de mascar. Una abuela que, silenciosa y vestida con harapos, se arrastra buscando algo de comida, pues su propia familia se la niega y se ha convertido en un esqueleto ambulante. Una viuda que nació sin cartílago en la nariz, y que se gasta la herencia de su marido en un coche que destroza en dos días. Una hija con labio leporino, despreciada por los hombres. Un fulano que piensa en atar a su esposa adolescente para que le haga caso. Y, por encima de todo, el hambre y la miseria orquestando la actitud de los personajes.
Caldwell domina los diálogos y nos adentra en situaciones crueles y sórdidas. Dice Horacio Vázquez-Rial, en el prólogo, que el autor fue jornalero en las cosechas de algodón, antes de convertirse en escritor y periodista. Le preocupaba la miseria de los campesinos del sur. Esta es su novela más conocida y quizá la mejor. Un fragmento:
-Voy a ir al distrito de Burke a ver a Tom –había dicho Jeeter a Ada–. Estoy decidido a ir allí para verle antes de morir. En Fuller todos me dicen que día y noche salen vagones de durmientes del aserradero, y que es muy grande. Por lo que la gente dice, me parece que tiene que ser muy rico y seguramente me dará algo de dinero. Aunque a veces uno tiene la impresión de que los ricos nunca ayudan a un pobre, mientras que los pobres son capaces de dar todo lo que tienen para ayudar al que no tiene nada. No creo que deba ser así, pero supongo que los ricos no tienen tiempo para perder con nosotros, los pobres.